Datos del documento
- Original, título
- Nostra dea
- Original, fechas
- Redacción: 1925. 1ª edición: Milán, Mondadori, 1925 . 1ª representación: 22 abril de 1925,Teatro Odescalchi de Roma.
- Fechas
- 1926? [edición]; 1926 [traducción]; 1926 [1ª representación]
- Edicion
- 1º ms.?
- ISBD
- Nuestra diosa / de Massimo Bontempelli
- Verificada
- ❌
- Observaciones
Se tienen datos sobre la representación de la obra y sobre quién fue su traductor. Es probable que como las traducciones pirandellianas de Vilaregut, haya permanecido inédita, escrita a máquina. Véase la reseña crítica al estreno firmada por MELCHOR FERNÁNDEZ ALMAGRO en TEXTOS. La obra tuvo tra representación en en el Teatro Goya, siempre a cargo de la Compañía de dramas y comedias de MARGARITA XIRGÜ , el Viernes 13 de mayo de 1927.
Traductor
Vilaregut i Martí, Salvador 1872 - 1938
Abogado de profesión (fue prestigioso procurador del Banco de Barcelona), dedicó su vida al teatro. Fue colaborador de Adrià Gual en el «Teatre íntim» y amigo de Margarita Xirgu. Tradujo al catalán numerosas obras, entre otras, de Eurípides trad. en verso del Alceste), Erckmann-Chatrian, Victorien Sardou, Alexandre Dumas, Alfred de Musset,Pierre Frondaie, G. Hauptmann, W. Shakespeare y Arthur Conan Doyle, Pirandello, Bontempelli, Niccodemi. Como crítico teatral, colaboró en la revista «Joventut» y en «La Veu de Catalunya». En fin, compuso algunas piezas (L’aniversari; El arco de los penitentes; drama en dos actos) y a veces participó en representaciones privadas como actor.
Otras traducciones
- Así es (si así os parece), 1º ms.
- Diana i la Tuda, 1º ms. (1926)
- El goig d’esser honrat, 1º ms.? (1926)
- El placer de la honradez, 1º ms. (1923)
- El Titán, 1º ms.?
- La Llàntia de l'odi, 1ª ed. (1908)
- La vida que te di, 1º ms.?
- L’amiga de les mullers, 1º ms.?
- El gos dels Baskerville, 1ª ed.? (1910)
- Seis personajes en busca de autor, 1º ms. (1923)
Autor
Bontempelli, Massimo 1878 - 1960
Textos
Reseña
VELADAS TEATRALES
FONTALBA.-Estreno de la farsa en cuatro actos, de Massimo Bontempelli, traducción de Salvador Vilaregut, «Nuestra diosa»
Para tributar a la señora Xirgu el elogio que merece por haber importado «Nostra Dea» no es necesario creer que sea de primer orden esta famosa obra de Massimo Bontempelli: aventura del juicio a que en modo alguno se arriesgaría el nuestro. Pero sí creemos que se trata de una novedad curiosa. Y esto basta. Repetidas veces hemos dicho que el maltrecho organismo de nuestro teatro necesita para fortalecerse y entonar su vida un cambio de aires. El que ahora nos viene de Italia se nos ofrece bien cargado de esencias estimulantes, muy aptas para redimirnos de la trivialidad ambiente. El llamado «teatro del grottesco» no ha producido, en verdad, una obra maestra, puesto que evidentemente no lo es «La maschera e il volto» de Chiarelli con realizar desde luego un tipo de farsa perfectamente idóneo a la renovación del sentido cómico dominante en los públicos de aquí y de allá. En esta línea, la línea de Chiarelli, de Antonelli, de Cavacchioli, de Benedetti, formó Bontempelli, si bien la influencia que con mayor fuerza haya operado sobre él-bien lo denuncia «Nostra Dea»-es la de Pirandello, caso realmente aparte, porque lo especifica una evidente genialidad. Pero cuidado con los pirandelianos... La fórmula del maestro es personal e intransferible. Advirtamos que en rigor de concepto, Pirandello no ha renovado la técnica de forma que sus descubrimientos-si los hay-puedan aprovechar a los comediógrafos ulteriores. La gran conquista de Pirandello, a nuestro juicio, no está por ese camino, sino por el que abre una maravillosa aptitud para dar relieve escénico y plasticidad a temas abstractos que el teatro histórico no había sabido aún incorporar, hablando «grosso modo». Y este secreto no lo adquiere cualquiera. Ejemplo a la mano: «Nostra dea», de Massimo Bontempelli.
He aquí una comedia que desenvuelve un tema genuinamente pirandeliano: la doble-o múltiple-personalidad. Le ha preocupado mucho al gran siciliano con la obstinada insistencia que le es propia, y que se refleja en narraciones y comedias-el misterio que se agazapa en el alma humana para forzarla a tomar las más diversas y desconcertantes manifestaciones. Este problema, de raíz metafísica y de posibles proyecciones estéticas, está muy a la moda, y aun hace su aparición en comedias de bien distinta divisa: recuérdese «La couturière de Luneville», de Savoir, Pues bien: Bontempelli quiere construir, con el pensamiento puesto allá, una variante : la representada por Diosa, mujer tan sensible al calor, que su carácter muda al compás de aquél. La veremos encresparse o abatirse según vista trajes de tonos vivos o de tonos apagados. La seguiremos viendo, al hilo de la farsa, arrogante o lánguida, sensual o ascética, servil o retadora, al dictado de la eventual indumentaria. Propuesto así el punto de partida, la intención del autor había de seguir una de estas dos rutas: la que lleva al símbolo o, la que conduce a la comedieta resueltamente cómica. Bontempelli, ha qnerido -o mucho nos equivocamos--seguir ambos itinerarios en zigzagueo que termina despistándonos.
Ni lo uno ni lo otro. Para que Bontempelli realice, escénicamente el mito literario de Eva multánime, hace falta una densidad de concepción que la obra-harto ligera-no tiene. Y más, por supuesto: sentido de lo transcendente, capacidad de abstracción... Por otro lado, para que «Nuestra Diosa» fuese una farsa divertida necesitaba humor, gracia de rica vena, agilidad de juego. Este concepto es el que prevalece en el primer acto, realmente feliz, delicioso y movido, luego... El gozo en un pozo. En un pozo de insistencias, en que sube y baja el mismo cubo, sin que la cuerda de la intriga urdida como pretexto natural saque una sorpresa que compense la prevista alternación de efectos. La anécdota que sirve de hilo conductor a las escenas no ofrece interés de ninguna especie, y es vieja como puede serlo el más viejo vodevil. Sí importan más determinados tipos episódicos que marcan sin duda sendos aciertos: el tipo del bobo y el del médico, que sería por cierto la gran aportación de nuestra época al museo satírico de la Medicina, si Jules Romains no hubiese dado ya su doctor Knock, de distinto carácter, claro, pero mucho más importante de ideación.
Cuando la farsa humorística aparece con desenfado, la obra se anima. Cuándo se atraviesa la opción a la alegoría, «Nuestra Diosa» se pierde entre nieblas sin misterio. Las gentes, por ejemplo, se sintieron confusas en el cuarto acto, que no sabían enjuiciar a derechas. La dirección artística del Fontalba, a mayor abundamiento, presentó en figurantas de carne y hueso lo que debió quedar en sendos maniquíes. Claro que el traductor, por su parte, no parece haber cuidado con el conveniente celo la sustancia de la obra. Cuando se cree-con dudoso fundamento-que un público no admite una situación, lo mejor es no traducir la obra en que esa situación se produzca: máxime si es fundamental, como ocurre con la última del segundo acto. Que el traductor adapte mutilando o desvirtuando es doctrina que nosotros no admitimos de ninguna manera.
Más todavía: la interpretación no ayudó gran cosa a la viabilidad de obra tan naturalmente discutida. Testimonios inequívocos de nuestra fe en el talento de la señora Xírgu quedan registrados en esta sección. Sírvannos ahora, en abono de nuestra sinceridad, para decir que |a eminente actriz no acertó con el tono que requerían las continuas transiciones. Parécenos que dosificó con exceso. El traje color tórtola, «verbi gratia», la convertía, más que en mujer suave, en muñeca sin interés. Si el momento requería «maniére forte», la señora Xirgu descomponía gesto y ademán con extremada violencia. Sobre que la voz gemebunda que heredó de «Marianela», no siempre viene a cuento. Y no digamos nada del arrebato dionisíaco que remata la obra, conseguido mediante piruetas de escasa calidad.
Entiéndase dicho todo esto con el mayor respeto. La señora Xirgu es una gran actriz, a la que no hemos de pedir el prodigio de un acierto constante. Pero, desde luego, nuestro aliento en su tarea de realzar los programas con obras de cierto porte no puede faltar a la intérprete de D'Annunzio, de Shaw... y de Bontempelli. Casi siempre son manos de Margarita Xirgu las que abren nuestras ventanas al aire de fuera, (Aclaración quizá superflua: nosotros no queremos sea teatro servil, sino original y propio. Mas dada nuestra terrible penuria actual, ¿dónde hallar los modelos sino en el teatro extranjero...?. En punto a escenografía, merece elogio el interior que descubren los actos prinrero y último. En cuanto al éxito, todos llevaban razón; los que aplaudían, porque se divirtieron a ratos, y los que protestaron, porque se aburrieron a tre-chos. Sólo que los protestantes de «Nostra Dea» están obligados en lo sucesivo a rechazar cuan- tas .obras peores Mean... que no serán pocas, mientras continúen abasteciendo nuestros tea tros los autores de tanda.
MELCHOR FERNANDEZ ALMAGRO
- Localizacion
- La Época (Madrid), 4/12/1926, n. 27118, pág.1