Datos del documento
- Original, título
- Galateo, overo de’ costumi
- Original, fechas
- 1ª edición: 1558 (Venecia, Nicolò Bevilacqua).
- Lugar de publicación
- Venecia
- Editor/Impresor
- Juan Varisco (impresor)
- Fechas
- 1585 [edición]
- Edicion
- 1ª ed.
- ISBD
- Tratado de M. Juan de la Casa llamado Galatheo o tratado de Costumbres / traduzido de lengua Toscana en Castellana por... Domingo de Bezerra.... — Venecia : por Juan Varisco, 1585. — 176 p. ; 12º. — Algunos ejemplares, como el de la BNR, incluyen al principio 4 p. no numeradas con una Fe de erratas.
- Fuente
- Consulta en microfilm.
- Verificada
- ✔️
- Descripción del contenido
-
- Portada: «TRATADO DE |M. Iuan de la Casa; | Llamado Galatheo, o | tratado de Costumbres, | Traduzido de lengua Toscana en Ca- | stellana por el Doctor Domingo | de Bezerra, natural de Siuilla. | Dirigido al Sig. Francisco de Vera, | y Aragon del Consejo | de su Maiestad. | Con privilegio | En Venecia. | Por Juan Varisco. 1585».
- Preliminares del editor o del traductor: Dedicatoria del traductor «Al muy ilustre Señor Françisco de Vera y Aragón, Del Consejo de su Magestad. El Doctor Bezerra» (3-16): inc. «Entre otors muchos y grandes effectos», expl. «que sus servidores deseamos. De Roma à XV. de Setiembre. M D LXXXIII». Elejemplar de la BNM contiene 10 anotaciones manuscritas (correcciones del texto), de escasa importancia. El ejemplar de la BNR incluye 71 anotaciones manuscritas, 33 de ellas son incorporaciones de la Fe de erratas incluida sólo en algunos ejemplares, entre ellos ése.
- Texto: (17-176) («Tratado de M. Iuan de la Casa; En el qual sò la persona de vn viejo Idiota que enseña à vn mochacho suyo se razona de los modos que se deuen guardar, o, huir en la humana conuersaçion, llamado Galatheo, o Tratado de costumbres, | Traduzido, de lengua Toscana en Castellana | Por el Doctor Domingo Bezerra.»): inc. «Como quiera que tu comiençes agora el viage d’esta vida mortal q[ue] te[n]go (como vees)», expl. «ni yo pienso ponerme en esta prueua antes haura poruentura muchos, que diran que son demasiados los que à qui te hè dicho. | Los fines».
- Ejemplares
-
- BNM: R-1930*
- BC: Bon 7-I-19
- BNR: 12.16.A.37
- BNF
- BMRouen
- BRicF
- BMambrini
- Braidense
- BNNapoli (2 copias)
- BUPadova
- BUrbania
- BAV, BAngelica
- BCasanatense
- BNR
- BRosm
- Biblioteca civica Romolo Spezioli (Fermo)
- Biblioteca della Fondazione Primoli (Roma).
- Observaciones
Esta traducción fue estudiada por primera vez por M. Morreale, fruto marginal de su interés por la obra Galateo español (traducida por Gracián Dantisco), la otra traducción (o más bien adaptación) española de la obra de Della Casa. Esta última traducción eclipsó rápidamente a la de Becerra, muchísimo más fiel al original italiano. Aun así, fue editada de nuevo en tres ocasiones en un formato particular, junto a otras traducciones de la misma obra en otras lenguas, con una finalidad didáctica. Algunos ejemplares de esta primera edición llevan añadida una fe de erratas del traductor, que se lamenta del escaso cuidado con el que el impresor veneciano ejecutó su encargo. Recientemente se ha ocupado de ella C. Calvo Rigual en varios artículos donde se describe la traducción, esencialmente fiel en cuanto a su contenido y modo de traducir, y se fija la historia del texto.
- Repertorios
- Beccaria, 269; Gallardo II, 1394; Toda: I, 626, 687.
Traductor
Becerra, Domingo 1537 ca. - 1594 post quem
Debió de nacer en torno al año 1537, en Sevilla, y cursó estudios, probablemente de teología o derecho, que le valdrían el título de doctor que le acompaña en todos los documentos conservados; dichos documentos concuerdan también en su categoría de presbítero. En 1579 lo encontramos en Argel, donde comparte cautiverio con Cervantes. El propio Cervantes lo recuerda en su Galatea (Canto de Calíope, vv. 17-24); y muchos otros españoles, y donde parece gozar del aprecio de sus compañeros por su carácter íntegro. El propio Cervantes lo recuerda en su Galatea (Canto de Calíope, vv. 17-24): “No se desdeña aquel varón prudente, que de sciencias adorna y enriquesce su limpio pecho, de mirar la fuente que en nuestro monte en sabias aguas cresce; antes, en la sin par clara corriente tanto la sed mitiga, que floresce por ello el claro nombre acá en la tierra del gran doctor Domingo de Bezerra.”, Tras ser rescatado, viaja a Roma, en donde está documentada su presencia en enero de 1583, cuando es encargado por una comunidad de monjas del Convento del Espíritu Santo de la villa de Rota para que ejerza sus buenos oficios en cierta misión. Le encontramos aún en Roma en septiembre de 1584, fecha en que firma la dedicatoria de su traducción del Galateo, en la que afirma que al realizar esta traducción cumple un deseo nacido durante su cautiverio en Argel. Debió seguir en Roma aún un tiempo, pues allí recibe los ejemplares impresos y les añade una Fe de Erratas. Le volvemos a encontrar, ya en Madrid, en 1594 (con casi sesenta años), en una posición muy mejorada y gozando de varios beneficios en diversas diócesis españolas. Nada más sabemos, tampoco la fecha de su muerte.
Autor
Della Casa, Giovanni 1503 - 1556
Dedicatarios
Imágenes
Bibliografía
Estudios sobre la recepción del autor
-
Carvalho, Jose Adriano De, “A leitura de Il Galateo de Giovanni Della Casa na Peninsula Iberica: Damaso de Frias, L. Gracian Dantisco e Rodrigues Lobo”, Ocidente, 79 (1970), págs. 137-71.
-
Lafarga, Francisco - Pegenaute, Luis (dir.), Diccionario histórico de la traducción en España (http://phte.upf.edu/dhte/italiano/collodi-carlo/).s.v. Della Casa, Giovanni
Estudios sobre la traducción
-
Calvo Rigual, Cesáreo, “La tradizione del testo nella traduzione cinquecentesca spagnola del "Galateo" di Giovanni della Casa”, en: Muñiz Muñiz, M. N. Con La Colab. De U. Bedogni E L. Calvo Valdivielso (eds.), La Traduzione della Letteratura Italiana in Spagna (1300-1939). Traduzione e tradizione del testo: dalla filologia all'informatica, Florencia, Franco Cesati Editore, 2007, págs. 331-346.
-
Della Casa, Giovanni, Galateo, edición, traducción y notas de A. Giordano Gramegna y C. Calvo Rigual, Madrid, Cátedra, 2003.
-
Gracián Dantisco, Lucas, Galateo español, estudio preliminar, edición, notas y glosario por Margherita Morreale, Madrid, CSIC, 1968.págs. 4-5 y passim
-
Calvo Rigual, Cesáreo, “La traducción de Domingo Becerra del Galateo de Giovanni della Casa (Venecia, 1585)”, Quaderns de Filologia, VIII (2003), págs. 205-223.
-
Morreale, Margherita, “El Galateo de Giovanni della Casa traducido por Domingo Becerra”, Nueva Revista de Filologia Hispanica, XV (1961), págs. 247-254.
-
Calvo Rigual, Cesáreo, “La tradizione del testo nella traduzione cinquecentesca spagnola del "Galateo" di Giovanni della Casa”, en: Muñiz Muñiz, M. N. Con La Colab. De U. Bedogni E L. Calvo Valdivielso (eds.), La Traduzione della Letteratura Italiana in Spagna (1300-1939). Traduzione e tradizione del testo: dalla filologia all'informatica, Florencia, Franco Cesati Editore, 2007, págs. 331-346.
Textos
Fe de erratas
[1] AL LECTOR
Aunque el proverbio Castellano en opportuno sentido suele dezir "donde no está su dueño no está su duelo", a mi me parece que deve dezir "donde no está su dueño allí está su duelo". Digo esto, discreto lettor, porque haviéndose stampado este librico en Venecia en ausencia de quien le interpretó y embió confiado de quien le pudiera hazer bien, se lo tornaron tan mentiroso que se podría dezir que será menester al que lo leyere no ir con menos cui-dado para emendar los errores de la stampa, que con attención para enten-der los avisos del Galateo. Pero por que muchos son de tal condición que fácilmente se conoscen, como el de la tercera línea de la carta dedicatoria, donde dize affettos, por effettos, y otros <[2]> en que se pone número singular por plural o plural por singular, y un género por otro diziendo viz-cainadas, pareciome que para no dar fastidio al que viesse notado un tan gran número de errores, sería bien dissimularlos y advertir solamente aque-llos donde o se disturba el sentido o se corrompe por faltar alguna palabra, y esto se ha hecho assí por que sea bien servido el que le tomare en las manos, como por que si mereciere otra vez stamparse, se hallen advertidos estos discuidos para no incurrirlos, pues no será razón que el Galateo, que tan menudamente avisa faltas agenas no heche de ver las suyas.
[3]
fol. 6. línea 3. lexos que des cubierto.
que he descubierto.
15. lín. 2. manca, mancha.
21. lín. 8. por causa, por su causa.
26. lín. 11 algunos tossiendo. algu-
nos que tossiendo.
39. lín. I. como consisten, como no
consisten
45. lín. II. cecaudo, recaudo.
cod. lín. 21. aventajatos, aventaja-
dos.
47. lín. 23. entrava, encontrava.
52. lín. 13. regado, regalo.
cod. lín. 18. dechos, dichos.
55. lín. 12. afto, acto
57. lín. 24. ase tiempo, a su tiempo.
61. lín. 20. rio, vio.
66. lín. 23. poezas, proezas.
67. lín. 7. caberirles, çaherirles.
80. lín. 4. es está, el que está.
83. lín. 10. cortados, cortarlas.
cod. lín. 13. señalarlas expressarlas.
señalarlas que expresarlas
86. lín. 5. y acuérdome hombre, y a-
cuérdome aver oído referir
que un señalado hombre.
101. lín. 17. maravilla, maravillava
104. lín. 20. agravio, agravó.
114. lín. 23. si, y.
116. lín. 20. sudo, sido
117. lín. 20. más suete, más que fue-
se
[4]
120. lín. 14. est, este.
125. lín. 11. dico, dicho.
cod. lín. 23. si, y
126. lín. 1. haveyos, haveisos
cod. lín. 12. mesdarse, mesclarse
128. lín. 4. voy, voz
129. lín. 25. via, va
135. lín. I. como, como?
136. lín. 14. est, esto.
137. lín. 6. oye el, oye y el
cod. lín. 7. paresca, parece
139. lín. 7. avisos preceptos, avisos
y preceptos
141. lín. 8. blandándola, ablandán-
dolas
cod. lín. 23. personas hazen, perso-
nas no hazen.
143. lín. 4. paparos, páxaros
149. lín. 20. feos, desagradan. feos y
desagradan
151. lín. 8. importante, importar
cod. lín. 9. de que estos, de estos
153. lín. 22. medida proporcion, medida y proporción
156. lín. 8. menos, meneos
158. lín. 2. Compeen, campeen.
162. lín. 20. capazes, commodas, ca-
pazes y commodas.
164. lín. 19. mesma, mesa
- Localizacion
- [1-4]
- Comentarios
Esta Fe de erratas sólo figura en algunos ejemplares, como en uno de los de la Biblioteca Nacional de Roma, de donde se ha tomado la transcripción que sigue.
Prólogo del traductor
[p. 3]
Al Muy Ilustre Señor Francisco de Vera y Aragón, del Consejo de su Majestad.
El Doctor Becerra.
Entre otros muchos y grandes affettos [sic], muy Ilustr. Señor, que obra en el hombre cristiano la tribulación enviada por la mano de Dios, uno es —y no el de menor importancia— despertar la consideración no sólo para filosofar fructuosamente en las cosas de la vida futura, pero aun para mejor entender las que traemos entre las manos en la presente. Porque sin [p. 4] duda la prosperidad y felices succesos del mundo nos suelen pegar mortífero sueño, para que dormidos no echemos de ver lo que debemos a Dios por las unas cosas y por las otras, y así vivamos como si no viviésemos, pasando por todo sin reparar en nada. He dicho esto, Señor mío, porque uno de los provechos (que no son pocos) que por la divina misericordia he sacado de la captividad de Argel en la que fui puesto por castigo de mis pecados, fue un grande y advertido conoscimiento y una debida estima de los bienes que para esta vida presente prometió el Señor a los que le buscan. Es verdad que como cristiano y hombre que he gastado los [sic] más de mi vida en buenos estudios, estaba persuadido y entendía que cuanto una república más floresce en el culto de la verdadera religión, tanto más enriquescida es y más abundante de todo [p. 5] aquello que en la tierra llamamos bien; porque allí donde hay más conoscimiento de Dios, allí paresce que por particular providencia del Cielo se acogen y albergan todas las cosas como con una tácita persuasión de que allí donde es más conoscido y reverenciado el que las hizo, allí serán más bien conoscidas ellas, para que no se les dé más honra de la que merescen, ni sean sacadas de los fines para que fueron hechas; porque desto, como de fuente y principio, se deriva y multiplica la prosperidad y bienandanza de todas ellas; y aunque había yo leído muchas veces los varios ejemplos que desta verdad tenemos en la Divina Escriptura, y visto también los grandes favores que derraman los Cielos sobre la tierra de cristianos donde se profesa luz y conoscimiento del verdadero Dios, confieso a V. m. que miraba esto con vista muy corta; ¿y que no [p. 6] sabía mirar bien de cerca en la católica España, donde nascí, los hermosos que lexos que des cubierto [sic] desde la pérfida Berbería donde captivé? Había yo visto en España, especialmente en la ciudad de Sevilla, de donde soy natural, y en la corte de la Majestad Católica, donde V.m. le ha servido en lugar eminente, que con tan justa razón han merescido sus raras prendas de nobleza, de letras, prudencia y heroicas virtudes; digo que había visto (dejados a parte los bienes del espíritu de que ahora no trato) riquezas, abundancia de mantenimientos, regalos, grandeza, magnificencia, crianza, primores, pulicías, curiosidades, gala, gentileza, vergüenza, honestad, verdad, autoridad y otras mil nobles e ilustres condiciones; había visto los estudios de las sciencias y artes liberales, el uso de las mecánicas entendidas y ejercitadas con estraño [p. 7] primor y subtileza y otros mil géneros de cosas de que abunda la cristiana república; pero ningunas [sic] dellas conoscía bien ni sabía estimar perfectamente, como las conoscí y estimé donde todas faltan, experimentando aquel discreto proverbio castellano: "Ningún bien es conoscido hasta que es perdido"; quiero decir que en la escuela de Argel, que caresce de todos estos bienes, donde Dios por su misericordia me quiso hacer advertido discípulo, allí aprendí a conoscerlos y estimarlos como filósofo cristiano, porque vi en aquella abominable ciudad al vivo lo que el apóstol S. Pablo cuenta de los romanos, a quien por su idolatría había Dios dejado y entregado a los malos deseos de sus corazones; vi aquellos bárbaros hombres que profesan la sucia secta de Mahoma entregados al réprobo sentido, rebosando vicios, malicia, fornicación, [p. 8] avaricia y todo género de maldad, llenos de invidia, de crueldad, de engaño, de mentira, mal criados, soberbios, glotones, embriagos, inventores de abominables pecados, ignorantes, deshonestos, sin ninguna composición, sin verdad ni fidelidad, sin affección ni misericordia. Pero aunque este castigo en los romanos fue grandísimo, como lo merescían sus pecados, consideraba yo en Argel que sin duda les cargaba más Dios la mano a los moros y turcos en este género de castigo, pues sabemos que al fin los romanos, a las vueltas destos pecados, fueron gente política que mostraron en sus leyes y costumbres el cuidado que tuvieron de guardar justicia, de usar clemencia, de conservar paz, de guardar la palabra, de honrar la virtud, de favorescer las letras, de ejercitar las artes, de premiar los ingenios, y finalmente de seguir [p. 9] en su gobierno la luz natural; mas en los moros y turcos, en tanta manera lo contrario de todo esto, que se puede justísimamente decir que son bestias en figura de hombres y hombres en trato de bestias. La causa por que los castiga Dios así tan diferentemente que a los romanos sin duda creo que es porque los unos menospreciaron a Dios conoscido por las criaturas y los otros lo blasfeman manifestado en carne por el Evangelio; los unos cerraron entonces los ojos a los rayos de la razón, los otros se ciegan ahora con el resplandor de la fe; los unos no creían las promesas de Dios, los otros burlan del complimento dellas; y cuanto es más grave el un menosprecio y desacato que el otro, tanto son más castigados los unos que los otros. Considerando, pues, algunas veces los ejercicios y condiciones [p. 10] de aquella gente bestial y admirándome mucho de su poca policía y gran barbaria, especialmente de algunas acciones que les vía hacer en su comer, vestir y conversar, ofrescióseme por buena suerte un librico italiano, que un cristiano captivo (con quien murmuraba destas cosas) traía en las manos, llamado el Galateo, el cual tratta de la civiles costumbres que se han de guardar en la humana conversación, tan accepto y tan recebido en Italia que para notar una mala costumbre o crianza se suele decir como proverbio "No manda eso el Galateo", con el cual, por ser el argumento tan a propósito, yo gusté mucho, porque leyendo en él los discretos avisos de cristianos, conoscía más perfectamente en aquella tierra los ejemplos contrarios platicados entre los turcos. Porque (como dice el Filósofo) las cosas contrarias entonces son [p. 11] más conoscidas cuando se ponen más juntas, de manera que cuando leía una civil costumbre alabada del Galateo, miraba la contraria usada en Berbería, y quedábame tanto gusto con el visible ejemplo, que me hacía dar a Dios muchas gracias, porque trayéndome a ver la torpeza y grosería de la canalla turquesca me había querido enseñar a estimar la policía de la república cristiana, diciendo a otros captivos (como dijo S. Ignacio de los soldados que lo traían a martirizar a Roma): "Esta maldad, este desorden y descompostura de costumbres, esta barbaria y bestialidad de los turcos es rica leción y doctrina para cristianos". Deseé mucho entonces traducir en nuestra lengua tan hermoso tratado. Pero como los grandes trabajos de la esclavitud, especialmente los de la mía, que fueron a la medida de mis pecados, eran de tanto impedimiento [p. 12] para semejantes ejercicios, no puede [sic] poner mi deseo en ejecución, dilatándolo para cuando la misericordia del Cielo me sacase de aquella miserable captividad de Egipto. Llegó este tiempo en que fue servido el Señor por su infinita clemencia traerme después de tantos naufragios a este segurísimo puerto de Roma, donde tiene dado fondo con firmísimas áncoras y amarras del Cielo la navecita de San Pedro, por el cual beneficio nunca me harto de darle gracias, porque dado caso que vine como Jacob cuando pasó el Jordán, con un báculo en la mano, hállome empero con la libertad entre cristianos, como cuando volvió de Mesopotamia a Canam rodeado de sus ganados; y como los que están hechos a trabajar no pueden tener las manos quedas, hallándome aquí pobre y desacomodado para mayores ejercicios, acordé poner por obra, [p. 13] ahora que puedo, lo que había deseado hacer cuando no puede [sic], y púseme a traducir en nuestra lengua castellana este gracioso tratado lo menos mal que he sabido, con deseo que tan avisados y discretos documentos sonasen en las orejas a los de mi nación, que así como es singularmente amiga de honra, así lo es señaladamente de toda crianza y de graves y civiles costumbres, en especial la gente de noble casta; y para que fuese más bien recebido y estimado, acordé ofrescerlo a V.m. y ponerlo debajo de su favor y del amparo de su generoso nombre, porque sé cierto que bastará verlo amparado debajo de tal sombra para que le tengan respecto los que más pueden presumir de discretos y cortesanos, pues no hay cosa más conoscida y confesada de todos que ser la persona de V.m. singularmente dotada de rarísimas partes y nobilísimas [p. 14] condiciones, y resplandecer en ella aventajadamente todo lo que es aviso, discreción, crianza y cortesanía, con que tiene affecionadísimos los ánimos de los que le conoscen y tratan. Bien conosco que para la grandeza que V.m. meresce convenía grandeza de mayor presente, pero también sé que delante de los ánimos generosos el deseo de servir supple las faltas de los servicios, y que así V.m. no mirará tanto a lo que ofrescen las pobres manos como a lo que quisieran offrescer los ricos deseos, aunque bien entiendo que si este tratado fuera para enseñar costumbres a los labradores que cultivan la tierra o a los pastores que guardan ganado, parescieran por ventura superfluos y vanos su [sic] documientos; pero siendo como son para hombres bien nascidos y políticos, sin duda serán juzgados por muy necesarios e importantísimos, porque en los hombres [p. 15] ilustres cualquier lunarito paresce manca [sic] grandísima, pues vemos que al ilustre Catón, siendo un varón tan raro en guerra, letras y buenos [sic] costumbres, le tachaban los uticenses que comía con ambos carrillos; del gran Pompeyo, que accrescentó al pueblo romano, murmuraban porque se rascaba muy a menudo con un dedo; a Aníbal, capitán de invincible ánimo, reprehendían los cartagineses porque traía las agujetas desacadas [sic]; de Escipión, que puso el yugo a Cartago, decían mal los romanos porque roncaba; los atenienses tachaban a Simónides, vencedor de la batalla de Maratona, que hablaba muy recio; de Panículo, que había rescatado a Tebas, murmuraban los tebanos porque escupía mucho. De manera que estas faltas, aunque eran pequeñas, eran vistas y notadas en grandes y famosos sujetos; y por ventura fueran enmendadas [p. 16] de quien las tenía si hubiera un Galateo que se las advirtiera. Reciba pues V.m. este presente mirando los affectos de quien lo offresce y conservándole en su buena gracia, pues sabe V.m. que la mucha affición que he tenido y tengo a su servicio tiene merescido algo desta merced, la cual nunca me cansaré de merescer más, con encomendar siempre a Dios en mis sacrificios la muy ilustre persona de V.m. guarde con el accrescentamiento que sus servidores deseamos.
De Roma a XV de setiembre MDLXXXIIII.
- Localizacion
- p. 3-16
- Localizacion
- [1-4]