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Datos del documento

Original, título
Canzoniere=Rerum vulgarium fragmenta (CCCXXIII: Standomi un giorno solo a la fenestra)
Original, fechas
1ª circulación: s. XIV-XV. 1ª edición: 1471 (Roma).
Lugar de publicación
Palma de Mallorca
Fechas
1889 [edición]; 1610 ante quem [traducción]
Edicion
3ª ed.?
ISBD
[Estando solo un día] / Francesco Petrarca ; [trad. de] Francisco de Quevedo Villegas. En: Antología de Poetas Líricos Italianos traducidos en verso castellano (1200-1889) / obra recogida, ordenada, anotada y en parte traducida por Juan Luis Estelrich. — Primera edición / à expensas de la Excma. Diputación de las Baleares. — Palma de Mallorca : Escuela Tipográfica Provincial, 1889. — XXVIII, 884 p. ; 21 cm. — p. 62-66.
Verificada
✔️
Descripción del contenido
  • Portada: «III | Standomi un giorno, solo, alla fenestra».
  • Preliminares del editor o del traductor: Nota 31 a pie de página: (62-63): «El tomo 69 de la interesantísima colección de Rivadeneira comprende las obras poéticas de Quevedo, ordenadas y recogidas por D. Florencio Janer. En la página 345 de dicha obra puede verse la poesía aquí transcrita con el título «Canción fúnebre», á la que acompaña la siguiente nota: —“En una de las muchas ediciones antiguas de las poesías de Quevedo, que hemos procurado reunir con ímprobo trabajo, para conocer cuanto hubiesen dicho, recogido ó aumentado los editores ó colectores anteriores, de diversas épocas, se halla escrita al margen, con letra no poco antigua, la siguiente noticia: ‘Es imitación, ó traducción de la canción del Petrarca que está en la página 240 de la impresión de Venecia de 1549, siguiendo el órden de los conceptos y áun el número de las “estancias” ’— La edición de Bernardino Danielo da Lucca, que es la que se cita, , no numera las páginas, sino los folios. En el penúltimo, no foliado (y cuéntese como se quiera, no puede corresponderle el número 240) figura una canción del Petrarca que empieza: «Quel c’ha nostra natura in se più degno», á la que evidentemente quiere referirse el anotador de la antigua edición de Quevedo. Pues bien, ni la indicada canción del Petrarca ni la «Canción fúnebre» de Quevedo tienen ningún punto de contacto ni similitud. Compárese en cambio esta traducción de Quevedo, un tanto amplificada, con la canción de Petrarca que empieza: “Standomi un giorno, solo, a la finestra”, que ocupa el folio 163 de la citada edición de Venecia, y entonces se verá cómo Quevedo siguió el orden de los coneptos y áun el número de las estancias de Petrarca”.».
  • Texto: inc. «Estando solo un día, | Que los tristes lo están entre la gente», expl. «Que el alma de don Juan ya está en el cielo.».
  • Portada (parte): «III | Standomi un giorno, solo, alla fenestra».
  • Texto (parte): inc. «Estando solo un día, | Que los tristes lo están entre la gente», expl. «Que el alma de don Juan ya está en el cielo.».
Observaciones

Véase registro 3035

Traductor

Quevedo Villegas, Francisco de 1580 - 1645

Nacido probablemente el 17 de septiembre de 1580 en Madrid; fue tercero de seis hermanos. Su padre, Pedro Gómez de Quevedo, era escribano de cámara de la reina Ana y secretario particular del príncipe e infantes. En 1596 inició sus estudios de artes en la Universidad de Alcalá de Henares, donde obtuvo el grado de bachiller y por fin el de licenciado (1600). Ese año emprendió estudios de Teología en la misma universidad e inició probablemente su amistad con Pedro Téllez Girón, más tarde duque de Osuna. Parece ser que en 1601 se trasladó a la Universidad de Valladolid, donde por entonces se asentaba la corte. En ese período publicó algunos poemas en las "Flores de poetas ilustres" de Pedro de Espinosa, y entre 1604 y 1605 mantuvo correspondencia con Justo Lipsio. Cuando en 1606 se trasladó la corte a Madrid, regresó a su ciudad natal, donde probablemente recibió órdenes menores. En 1609 escribió 'España defendida' e inició pleitos para obtener el señorío de La Torre de Juan Abad, que le pertenecía por herencia. A medida que iba afirmándose en el mundo literario, su carrera topó con la censura, que en 1610 negó el nulla obstat al 'Sueño del juicio final' por "chabacano e imprudente". Su primer viaje a Italia data de 1613, fecha en la que se traslada a Palermo para ponerse al servicio del duque de Osuna, virrey de Sicilia entre 1610 y 1616. Ello lo obligó a toda una serie de desplazamientos entre Madrid, Niza, Génova y Palermo, además de involucrarlo en intrigas para asegurar el nombramiento del duque como virrey de Nápoles, que más tarde lo harían caer en desgracia. Mientras tanto, nombrado el duque de Osuna virrey de Nápoles (1616), Quevedo residirá allí a partir de septiembre, no sin seguir viajando en misiones diplomáticas que en 1617 le valieron el hábito de Santiago. Iniciado el declive político de Osuna en 1618, Quevedo regresó definitivamente a la corte de Madrid, poco antes de que, muerto Felipe III (1621) le sucediera en el trono Felipe IV. Es entonces cuando las salpicaduras de las intrigas pasadas los llevan a sufrir varias penas de destierro y de cárcel, mientras, paradójicamente, obtiene el señorío de la villa manchega de Torre de Juan Abad. El 25 de septiembre, tras la muerte de Osuna en prisión, Quevedo traslada su residencia a tierras aragonesas (1626) donde publicará sin autorización 'Política de Dios' y 'El Buscón'. En 1628 sufrirá un nuevo destierro en sus posesiones de La Torre de Juan Abad a causa de su defensa del patronato único de Santiago Apóstol. En 1631, denunciado a la Inquisición, y mientras proliferan las ediciones piratas de sus escritos, reúne diversas obras burlescas, revisadas y censuradas, bajo el título 'Juguetes de la niñez', además de publicar las obras poéticas de Fray Luis de León (con dedicatoria a Olivares de 1629), y de Francisco de la Torre. Durante este exilio lee 'Il Romolo' de Malvezzi y lo traduce. La amistad con el dedicatario de la traducción, Antonio Juan Luis de la Cerda, duque de Medinaceli, databa de poco antes, y marcará la última etapa de la vida del escritor, que, bajo su padrinazgo, contrajo matrimonio en 1634 para separarse pocos meses después. Ese mismo año recibió el nombramiento de Secretario del Rey, pero ya en 1633 su hostilidad hacia el conde-duque de Olivares se había hecho evidente. Sus escritos (de polémica, de sátira o de moral) se suceden con rapidez a partir de ese momento (1633-1635): 'Execración contra los judíos', 'La Hora de todos', 'La cuna y la sepultura', la traducción de la introducción a 'La vida devota' de Francisco de Sales, 'De los remedios de cualquier fortuna', el 'Epicteto', 'Virtud militante', 'Las cuatro fantasmas', la segunda parte de 'Política de Dios', la 'Visita y anatomía de la cabeza del cardenal Richelieu o la Carta a Luis XIII'. En 1635 aparecerá el libelo contra Quevedo titulado 'Tribunal de la justa venganza', y el 7 de diciembre de 1639 es detenido en casa del duque de Medinaceli y conducido al convento de San Marcos de León, donde permanecerá preso hasta junio de 1643, cinco meses después de la caída de Olivares. En este tiempo escribe 'La Rebelión de Barcelona' y 'Providencia de Dios'. Deteriorada su salud, en noviembre de 1644 se retira a La Torre de Juan Abad, donde escribirá aún el 'Marco Bruto' y 'La caída para levantarse', mientras prepara la edición de sus poesías, que aparecerá póstumamente al cuidado de González de Salas en 1648. Había dejado de existir el 8 de septiembre de 1645 en Villanueva de los Infantes, donde se había trasladado ese mismo año.

Autor

Petrarca, Francesco 1304 - 1374

Textos

Original

Texto original

1.

Standomi un giorno solo a la fenestra,
onde cose vedea tante, e si nove,
ch'era sol di mirar quasi gia stance,
una fera m'apparve da man destra,
con fronte umana, da far arder Giove,
cacciata da duo veltri, un nero, un bianco.
che Fun e Faltro fianco
de la fera gentil mordean si forte,
che 'n poco tempo la menaro al passo
ove chiusa in un sasso
vinse molta bellezza acerba morte;
e mi fe' sospirar sua dura sorte.

2.

Indi per alto mar vidi una nave,
con le sarte di seta, e d'or la vela,
rutta d'avorio e d'ebeno contesta;
e'l mar tranquillo, e l'aura era soave.
e'l ciel qual e se nulla nube il vela;
ella carca di ricca merce onesta:
poi repente tempesta
oriental turbo si l'aere e l'onde,
che la nave percosse ad uno scoglio.
O che grave cordoglio!
Breve ora oppresse, e poco spazio asconde.
Falte ncchezze a null'altre seconde.

3.

In un boschetto novo i rami santi
fiorian d'un lauro giovenetto e schietto,
ch'un delli arbor parea di paradise;
e di sua ombra uscian si dolci canti.
di van augelli, e tanf altro diletto,
che del mondo m'avean tutto diviso:
e mirandol io fiso,
cangiossi 'l cielo intorno, e tinto in vista,
folgorando 'l percosse, e daradice
quella pianta felice
sùbito svelse: onde mia vita è trista
che simile ombra mai non si racquista.

4.

Chiara fontana, in quel medesmo bosco,
sorgea d'un sasso, et acque fresche e dolci
spargea. soavemente mormorando;
al bel seggio, riposto, ombroso, e fosco.
ne pastori appressavan ne bifolci,
ma ninfe e muse, a quel tenor cantando:
ivi m'assisi; e quando
piu dolcezza prendea di tal concento.
e di tal vista, aprir vidi uno speco.
e portarsene seco la fonte, e 'l loco,
ond'ancor doglia sento.
e sol de la memona mi sgomento.

5.

Una strania fenice, ambedue l'ale
di porpora vestita, e 'l capo d'oro.
vedendo per la selva, altera e sola,
veder forma celeste et immortal e
prima pensai, fin ch'a lo svelto
alloro giunse, et al fonte che la
terra invola:
ogni cosa al fin vola;
che mirando le frondi a terra sparse.
e 'l troncon rotto. e quel vivo umor secco.
volse in se stessa il becco.
quasi sdegnando. e 'n un punto di sparse:
onde 'l cor di pietate. e d'amor m'arse.

6.

Al fin vid'io, per entro i fiori e l'erba,
pensosa ir si leggiadra e bella donna.
che mai no 'l penso ch'i' non arda e treme.
umile in se, ma 'ncontra Amor superba:
et avea in dosso si Candida gonna,
si testa, ch'oro e neve parea inseme;
ma le parti supreme
eran avolte d'una nebbia oscura:
punta poi nel tallon d'un picciol angue,
come fior colto langue.
lieta si dipartio, non che secura:
ahi, nulla, altro che pianto, al mondo dura!
Canzon, tu puoi ben dire:
- Queste sei visioni al signer mio han fatto
un dolce di morir desio. -

Paratextos

Texto de la traducción

III

[62]

Estando solo un día,
Que los tristes lo están entre la gente,

[63]

Por la ventana mía,
Que sale á los balcones del Oriente,
Me pareció que vía
Salir de entre unos árboles copados,
Con pies apresurados,
Una gallarda y apacible fiera,
A quien perros villanos
La hirieron de manera,
con dientes y con manos,
Que en tiempo muy pequeño,
Junto á una peña, con infausta suerte,
La pusieron en brazos dela muerte,
Y en silencio mortal y en largo sueño,
Cubrió negra tiniebla su hermosura:
Lloré su mal, lloré su desventura.

Después miré una nave,
Que con alas de lienzo en presto vuelo,
Por el aire suave
Iba segura del rigor del cielo,
Y de tormenta grave;
La mar hecha un espejo se mostraba
Del sol que retrataba,
Y ella cargada de riquezas sumas,
Rompiendo sus cristales,
Iba por sus espumas:

[64]

Cuando en furor iguales
Los vientos de repente la hirieron,
Y dando en un peñasco,
Con la máquina inmensa de su casco,
En menudos pedazos la rompieron,
Escondiéndose al fin riquezas tales,
En montes de agua y campos de cristales.

En un hermoso prado
Estaba un laurel verde florecido,
De pájaros poblado,
Que cantando robaban el sentido:
Del Argos al cuidado
De verse con sus hojas tan galana
La tierra estaba ufana,
Y yo de ver sus ramas muy contento,
Cuando una nube fría
Hurtó en breve momento
A mis ojos el día,
Y arrojando furiosa un duro rayo,
Hirió la planta bella,
Y juntamente derribó con ella
Toda la gala, primavera y mayo.
Cayó abrasada encima de una roca
Y en mucha llama fué ceniza poca.

Con clara y fértil vena
De líquido cristal un arroyuelo,
Jugando con la arena,
Enamoraba con su risa el cielo;
Y á la margen amena,
Una vez murmurando, otra riendo,
Estaba entreteniendo.
Espejo guarnecido de esmeralda,
Me pareció al miralle,
El prado su guirnalda;
Mas abrióse en el valle
Una espantosa cueva de repente;

[65]

Enmudeció el arroyo,
Creció la oscuridad del nuevo hoyo,
Y en sus tinieblas encondió [sic] la fuente,
La fuente y el lugar, con cuya historia
Me atormentan de nuevo la memoria.

Un pintado jilguero,
Mas ramillete que ave parecía,
En vuelo muy ligero,
Himnos cantando al inventor del día,
Con pico lisonjero
Su libertad alegre celebraba
Y la paz que gozaba;
Cuando en un verde y apacible ramo,
Sentándose á la sombra,
Que sobre verde alfombra
Le prometió un reclamo,
Manchadas con la liga vió sus galas,
Y de enemigos brazos
En largas redes y en trabados lazos
Presa la ligereza de sus alas,
Sin poderse escapar; mas ¿quién se escapa
De estas prisiones desde el pobre al Papa?

Una ninfa hermosa
Vi, como el sol, por entre ramos bellos,
Honesta y vergonzosa;
Vestida estaba de oro en sus cabellos,
Y su vista amorosa
Lo seco florecía, y lo florido
Dejaba enriquecido;
Por primavera el campo la tenía,
El sol por clara aurora,
La tierra por señora,
Y la noche por día;
Mas pisando unas hierbas por el prado,
Un áspid fiero y duro,
Que en la sombra escondido y en lo oscuro

[66]

Estaba, la picó del pie nevado:
Cayó, que hay poco trecho si se advierte
Del bien al mal, y de la vida á la muerte.

Canción, antes imagen, pues tan viva
En tus ejemplos muestras la memoria
Del que con frente altiva
Se pasó á mejor vida con más gloria;
Ve á quien le llora luégo,
Y si con la pasión le hallares ciego,
Con alegre semblante y rostro enjuto,
Dile que arrastre el luto
Por sí, que está en la tierra sin consuelo,
Que el alma de don Juan ya está en el cielo.

Francisco de Quevedo Villegas

Localizacion
p. 62-66

Localizacion
p. 62-66