Datos del documento
- Original, título
- Orlando Furioso
- Original, fechas
- 1ª edición: 1532 (en 46 cantos).
- Lugar de publicación
- Barcelona
- Editor/Impresor
- Juan Oliveres (impresor)
- Fechas
- 1846-1847 [edición]
- Edicion
- 1ª ed.
- ISBD
- Orlando furioso / Ludovico Ariosto ; traducido en verso castellano por Augusto de Burgos. — Barcelona : [s.n.], 1846-1847 (Juan Oliveres, Impresor de S. M., calle de Montserrate, n. 10). — 3 v.: XXVIII, 322 p.+[1] de Indice ; 347 p. +Í[1] de Indice ; 362 p.+13 de Indice General ; 18 cm. — (Tesoro de Autores Ilustres ó Colección Selecta y Económica de las mejores obras antiguas y modernas, nacionales y extranjeras, publicada bajo la direccion de D. Augusto de Burgos, 54, 55, 56)
- Fuente
- Consulta directa.
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- Descripción del contenido
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- Portada: «ORLANDO FURIOSO | DE | LUDOVICO ARIOSTO. | Traducido en verso castellano | por | D. Augusto de Burgos».
- Preliminares del editor o del traductor: «Introducción» (I-IX): inc. «Los libros de Caballerias, los cantos de los trovadores...», expl. «un recuerdo que es su mision perpetuar en la memoria de los pueblos.» || «Carta de Galileo Galilei al Señor Francisco Rimuccini [sic]» (IX-XII): inc. «No se en que caso seré más reprehensible...», expl. «y sobre todo más entretenido, que se ha publicado jamas.» || «VIDA DE ARIOSTO» (XIII-XXIV): inc. «Nació Ludovico Ariosto en Regio de Módena...», expl. «...envidiosos de su talento y de su celebridad.» || «PRÓLOGO» (XXV-XXVIII): inc. «La lectura de los primeros cantos de una traducción castellana...», expl. «y digo como Ariosto al cardenal Hipólito en la tercera octava del primer canto. El don, por ser pequeño, no os ofenda / cuanto puedo dar doy; tal es mi ofrenda».
- Texto: (Tomo I): inc. «Armas, amores, damas, caballeros, | Galanterías y proezas canto», expl. «.Ya diré en otro canto | la causa de esta ruina y de este llanto». (Tomo II): inc. «Cuando, colmada por las culpas nuestras», expl. «... y se dirige | hacia París. Como allí llega, y cuanto | auxilio a Carlos da dirá otro canto» || (Tomo III): inc. «¿Qué suerte más feliz, más deleitosa», expl. «A las cuevas del Tártaro profundo, | el alma descendió del hombre impío | que no tuvo segundo | por lo altivo y soberbio en este mundo».
- Ejemplares
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- BUB*
- BC: Tus-8-1915-1916, Tus-8-6261 (Tusquets de Cabirol, Lluís)
- BPReal: VIII/10491 Taf. mor. V. 1 S.1ª Es.B. P.7 1039924, VIII/10492 Taf. mor. V. 2 S.1ª Es.B. P.7 1039925, VIII/10493 Taf. mor. V. 3 S.1ª Es.B. P.7 1039926
- Biblioteca Nazionale Centrale Vittorio Emanuele II, Roma: 1.39.A 6-8
- Observaciones
Traducción en silvas, con algún otro metro en ciertos pasajes. La “Introducción” del traductor subraya la extraordinaria imaginación y variedad del poema, así como su carácter “caballeresco” , amenamente instructivo; cita la “excelente traducción” francesa de Mazuy (1839) “enriquecida con notas sobre los romances caballerescos, las tradiciones orientales, los cantos de los trovadores, y las crónicas de Turpín”, aunque menciona también la traducción de Tressan, que muestra haber consultado. Defiente a Ariosto de la acusación de deshonestidad alegando las costumbres de la Italia del tiempo; cita un amplio pasaje de Mazuy para apoyar sus ideas, y a continuación traduce, salvo el párrafo final, la carta de GALILEO GALILEI a Francesco Rinuccini, añadiendo su disconformidad con el severo juicio antitassesco allí contenido (véase TEXTOS). Concluye los preliminares un “Prólogo”, también de A. de Burgos, justificando la adopción de la silva como metro más adecuado para traducir la octava ariostesca; aunque en ciertos momentos adopte la octava para dar mayor solemnidad. El Tomo I comprende los cantos I-XV inclusive; el tomo II del XVI al XXX; el tomo III, del XXXI al XLVI. Cada Canto va precedido por un guión del argumento.
Traductor
Burgos, Augusto de 1813 -
De él se recuerda un estudio erudito de heráldica española: “Blasón de España: libro de oro de su nobleza”, Imp y Estereotipía de M. Rivadeneyra, 1853-1860.
Autor
Ariosto, Ludovico 1474 - 1533
Imágenes
Textos
Introducción del Traductor
INTRODUCCION
Los libros de Caballerías, los cantos de los trovadores, las Crónicas del arzobispo Turpín, y más que todo las tradiciones orales extendidas por toda Italia a mediados del siglo XIII, habían infundido en casi todos los escritores de aquella época el espíritu caballeresco, al cual tres siglos más tarde debía venir el ilustre Cervantes a dar el golpe mortal.
Las proezas de Carlomagno y de sus doce Pares, cantadas y exageradas con toda la pompa del lenguaje y toda la exaltación del carácter meridional, excitaban todos los ánimos; y el espacio de 500 años, transcurridos desde la época que presenció aquellos famosos hechos hasta el día en que sus recuerdos empezaron a entusiarmar la imaginación de los escritores italianos, contribuyó poderosamente a aumentar la oscuridad en que ya se hallaban envueltos, y a autorizar todo género de fábulas e invenciones sobre los personajes, poco conocidos o meramente imaginarios, a quienes se atribuían.
En efecto, de todos los héroes celebrados en tantos poemas de géneros distintos, Carlomagno es el ñunico de cuya existencia no nos es permitido dudar. Orlando o Roldán, Reinldo, Oliveros, Dudon, entre los Cristianos,; Agramante, Rodomonte, Ruger, Sacripante y otros mil entre los Sarracenos, son personajes de la mayor parte de los cuales es fabulosa, o cuando menos problemática, la existencia; pero sea de esto lo que fuere, estos nombres han llegado hasta nosotros y están destinados a pasar a la más remota posteridad. Pulci, el ciego de Ferrara, Mateo Boyardo y sobre todo Ariosto, su continuador, han dado a sus perso [II] najes, verdaderos o no, no solo vida, sino un carácter tan sostenido y tan extraordinariamente peculiar a cada uno, que los nombres de Agramente, di Orlando y de Rodomonte son hoy, digámoslo así, tan del dominio de la historia como el de Alejandro o el del Cid.
Ya he dicho, y por volver a mi asunto repito aquí, que el poema de Ariosto parce ser, y es en realidad, una continuacion del de Boyardo. Seducido los las bellezas del Orlando innamorato, se propuso en efecto Ariosto continuar este poema desde el punto donde lo había dejado Boyardo; pero bien pronto, elevándose a una altura a donde jamás había llegado este, suelta el Autor del Furioso las riendas a su fecunda y brillante imaginación y deja atrás al mismo al que se había propuesto seguir.
Mateo María Boyardo, conde de Scandiano y gobernador de Regio, reunía a una instruccion poco comun en su siglo, un ingenio culto y una aficion decidida por la poesía y loslibros de Caballerías, que tan en boga estaban entonces en su país. Animado por el ejemplo de Pulci y del ciego poeta de Ferrara, emprendió su Orlando innamorato, que la muerte le impidió concluir. Un veneciano, Nicolás Agostini, deseoso de llevar a cabo la obra que Boyardo había dejado incompleta, le añadio tres cantos, muy inferiores a los de este, y publicó una primera edición del Orlando innamorato, así refundido y aumentado por él.
Poco satisfecho del trabajo de Agostini, y esperando sacar mejor partido de la obra de Boyardo, emprendió Francisco Berni la revision del Orlando innamorato, embelleciéndolo además con invenciones suyas y con versos muchos mñas elegantes y sonoros que los de Afostini; bien que, en más de un pasaje, le hizo perder algo del tono elevado y majestuosos de su primer autor con chocarrerías que ofenden alguna vez a la decencia y casi siempre al buen gusto.
Esta es, pues, la obra que Ariosto se propuso continuar. El papel de refundidor no podía convenir a un ingenio como el de Ariosto, y el conde de Tressan, traductor del Or [III] lando furioso, cita los motivos que indujeron al autor de este inmortal poema a hacerse elcontinuador de aquel, obra de tres ingenios, todos inferiores al suyo. Su objeto, diceMr. de Tressan, fué, ya mostras cuan atrás de sí podia dejar a sus predecesores, ya complacer a sus contemporaneos dando un nuevo prestigio al género de poesía a que los habían acostumbrado los escritos de Pulci y de Boyardo, ya en fin hacerse grato a los príncipes sus señores; pues, bien que el nombre de la cas de Este fuese por sí bastante ilustre, creyó Ariosto aumentar su gloria mezclando la fábula a la verdad y haciendo descender a esta familia de Roger y de Bradamante; es decir de Hector y de los antiguos reyes de Frigia.
Yo no sabré decidir cual fué de estos tres objetos el que Ariosto se propuso; pero sí diré que consiguió completamente los tres.
El Orlando furioso, como obra de imaginación, es indudablemente la mas extraordinaria que se ha escrito jamás en lengua alguna. Evidentemente inspirado por el poema de Boyardo, el de Ariosto se lee con placer y con fruto, aun por los que no han leido el de aquel; pues toma desde el principio una gran parte de los episodios que quedan suspensos en el Innamorato y expone, bien que casi siempre en pocas palabras, las aventuras a que alude, y que continua con un estilo brillante y a veces con un colorido peculiar que las realza y las rejuvenece.
Muchos sabios y literatos italianos han analizado el admirable mecanismo de los versos de Ariosto, la elegancia de su dicción y la rotundidad de su frase poética. Inútil sería pues extenderme sobre este punto, tanto mas cuanto que, como dice Mr. Mazuy (4) [Mr Mazuy ha publicado en 1839 una excelente traduccion francesa del Orlando furioso, enriquecida con notas sobre los romances caballerescos, las tradiciones orientales, los cantos de los trovadores, y las crónicas de Turpin], cualquiera que sea el entusiamo que sienta un traductor por las bellezas del original, [IV] no conoce por lo regular bastante a fondo el idioma en que está escrito para discutir el mayor o menor mérito gramatical de su lenguaje; pero no sucede así con los preceptos generales de la poesía que, son de todos los pueblos y de todas las épocas.
Así pues, invocando la autoridad de los eruditos italianos que arriba hecitado, diré que el estilo de Ariosto es correcto, flúido y armonioso: refiriéndome a mis propias observaciones diré que, ya festivo ya sublime, es siempre proporcionado a los hechos que describe o a los pensamientos que desarrolla.
No ha faltado quien objetase a Ariosto que su estilo es mas de una vez ignoble y sus episodios alguna que otra deshonestos. A la primera objecion respondo diciendo que Ariosto se habia propuesto no excluir de su poema un solo objeto de cuantos abraza la naturaleza; y así como esta próvida gobernadora del mundo ha creado, y deja subsistir sobre la faz de la tierra,objetos repugnantes y hasta dañosos, así Ariosto crea y describe mas de una vez cosas y personajes ignobles; pero no por eso debe decirse que su estilo lo es por que no conserva una altisonancia, que, en tal situacion, seria ridícula. Del estilo llano y sencillo es inmensa la distancia hasta el ignoble y aun el trivial.
Con respecto al cargo que de deshonestidad se hace a varios episodios o pasajes del Orlando furioso, debo decir que así este, como casi todos los que al Ariosto se atribuyen, es un defecto, no del poeta, sino de la época en que vivió. En prueba de ello basta decir que Margarita de Francia, hermana de Francisco I que Isabel de Gonzaga y otras altas princesas y damas célebres por sus virtudes y recato, aplaudian así como varios papas y todo el sagrado Colegio, a los mas licenciosos pasajes del sublime poema de Ariosto.
Por otra parte dichos episodios, aun cuando en si contenan un fondo de deshonestidad, como dicen los críticos, estan escritos en un lenguaje por lo regular decoroso, y siempre festivo, elegante y seductor.
[V] Dicen las historias, o por lo menos la tradicion, que cuando Ariosto presentó su obra concluida al cardenal Hipólito, este le preguntó de dónde había sacado tanta estrambótica ficcion. No se sabe la respuesta que dió Ariosto al cardenal, y es probable que no le diese ninguna, queriendo sin duda guardar su secreto sobre este punto; pero, gracias a las investigaciones hechas desde aquella época por escritores de diferentes paises, apenas se halla en el Orlando furioso una sola aventura o un solo episodio de aquellos que calificó el cardenal con un nombre que nos abstenemos de repetir, cuyo origen no nos sea conocido.
Hanse pues descubierto las fuentes, o mas bien diré los pozos, de donde sacó Ariosto tantas y tan extraordinarias invenciones; y de cuya agua, las mas veces turbia y cenagosa, hizo la lozana imaginacion del poeta un raudal inagotable, límpido y hasta aromático.
El poema de Ariosto presenta en su conjunto una mezcla singular de verdad y de ficcion de sublimidad y de llaneza, de fe cristiana y de incredulidad, de rigidez y de desenvoltura en el estilo. Su imaginacion arrastra siempre al poeta, y su poema es la expresion perenne de sus impresiones y de sus afectos. Así le vemos a menudo interrumpir una narracion patética o una descripcion interesante, para recordar alguna aventura propia o alguna idea inconexa que se le ocurre.
Preciso es pues confesar que el poema de Ariosto es, mas bien que otra cosa, el parto fantástico de una brillante imaginacions. Esta obra llena de bellezas de primer órden no está exenta de algunos lunares que, semejantes a los que a veces se nota en el rostro de algunas mujeres, contribuyen acaso a dar mas gracia a su semblante, mas animacion a su fisonomia y mas interés al conjunto.
Las introducciones de casi todos los cantos del Orlando furioso, son otros tantos trozos de elevada poesía lírica, acompañados de excelentes preceptos de didáctica o de moral. El corazon humano, y sobre todo el de as mujeres [VI] (que Ariosto conocia todavia mejor que el de los hombres) está perfectamente caracterizado en su poema con todas sus perfecciones y con todas sus flaquezas. ¿Qu´é virtud o qué vicio se halla en lanaturaleza que no se halle vigorosa y característicamente personificado en el Orlando? ¿Quién pintó jamás con mas vivos colores que Ariosto, la fuerza corporal, la grandeza de ánimo, la constancia, el amor, la honestidad, la arrogancia, la pusalinimidad y la lascivia? Carlomagno, Orlando, Reinaldo, Rodomonte, Roger, Ferragut, Sobrino, Angélica, Bradamante, Olimpia e Isabel, son tipos taningeniosamente imaginados como hábilmente desenvueltos y brillantemente sostenidos. Y al citar estos, que son los principales, omito, por no cansar con la enumeracion de tantos nombres, los de otros mil personajes que figuran noblemente en aquel inmenso y sublime cuadro, y cuyos caracteres, admirablemente trazados, no se desmienten jamás.
Este, después de la elegancia de estilo y de la lozanía de imaginacion, es el mérito mas aparente del Orlando furioso; y fácil es de conocer que, con tales elementos, no puede menos de agradar, de interesar, de entusiasmar este poema destinado por otra parte a cantar hazañas sorprendentes y aventuras maravillosas. Añádase a esto que, no contento con describir los famosos hechos y las altas prendas de de los héroes del siglo de Carlomagno, aprovecha Ariosto con prodigiosa habilidad cuantas coyunturas se le presentan para intercalar en su narracion el elogio de casi todos los personajes célebres de todas las naciones y de todas las épocas, y en particular de la suya, tan fecunda en hombres ilustres y en memorables acontecimientos. ¿Cómo era posible que, al hablar de Carlomagno y de sus paladines, dejase de citar Ariosto a Carlos V, cuyas altas prendas inmortalizaban su nombre en un mundo, mientras que un Cristóval [sic] Colon y un hernan Cortés le descubrían y le conquistaban el otro? Todos los capitanes célebres, todos los artistas eminentes, todos los descubrimientos importantes de la suya y de las anteriores épo [VII] cas, hallaron en fin en Ariosto un sublime panegirista.
¿Qué lectura puede haber mas amena y mas instructiva a la vez que la de un poema de este género?
En apoyo y como complemento de estas ligeras observaciones, inserto a continuacion una nota de Mr.Mazuy y una carta de alileo. El testimonio de dos hombres tan competentes, uno casi contemporáneo de Ariosto y otoro contemporáneo nuestro, prueba el mérito intrínsco e incontestable del poema a que se refieren.
"Muchas veces, dice Mr. Mazuy, se ha criticado a Ariosto de que su poema no tenía ni principio ni fin. Veamos hasta qué punto es fundada esta objecion.
La epopeya romántica puede considerarse en Italia como un mismo y único monumento literario elevado por diferentes poetas de mas o menos habilidad, que ofrecieron para su construccion el tributo de su talento, de su imaginacion y de su trabajo. Pulci, el ciego de Ferrara, Boyardo, Ariosto, Dolci, Alamanni, Bautista y Torcuato Tasso y Nicolo Fortiguerri, escritores todos de mérito, vinieron a profía cada uno con su obra maestra a embellecer este edificio.
Ariosto emprendió la continuacion del Orlando innamorato y, a ejemplo de Boyardo, dejó a medio bosquejar algunos episodios como si, por este medio, quisiera excitar la emulacion de otros poetas y facilitar algun tanto su trabajo. La intencion que dictó el Orlando furioso es demasiado evidente para que haya quien pueda desconocerla. Su autor nada se propuso empezar, nada se resolvió a concluir. A los que de esto han hecho o le hacen un cargo, respondería sin duda Ariosto, si viviera hoy, lo que contestó a Fulgosio (canto LII, octavas XX y siguientes) y a fe que lo aprobaran los que le oyeran.
El Orlando furioso debe ser considerado como un magnífico fragmento de la epopeya caballeresca, fragmento que reclamaba el concurso de otros destinados a completar el edificio, pero sus autores se han quedado a gran [VIII] distancia de Ariosto. Uno solo, Torcuato Tasso, habría podido concurrir dignamente a ello; mas después de haberse ensayado en su Reinaldo, conoció, joven todavía, cual fatal podía serle la lucha con Ariosto sobre un asunto semejante al que este había escogido. Por otra parte, las divertidas leyendas de Caballerías, atribuidas al reinado de Carlomagno, ocupaban poco ya los ánimos a fines del siglo XVI; pues, tal fue el número de ingenios adocenados que se presentaron a la palestra, que el público, acabó, fatigado, por preferir a los terribles golpes de las espadasde los paladines, las hazañas de la época mas reciente, de los cruzados; y esto con tanta mas razon, cuanto que, tratándose entonces de hacer la guerra a los infieles que amenazaban a Europa, cada cual queria conocer las proezas de Godofredo y de sus guerreros, tantas veces vencedores de aquellos mismos infieles. Carlomagno, su sobrino Roldan, sus pares y sus paladines, se vieron pues relegados en sus cortes plenarias, y asi se esplica [sic] porque, despues de la publicacion del Orlando, se lanzó el Tasso en una nueva via, mas conforme a la naturaleza de su ingenio, asi como a sus deseos, a las ideas y a los proyectos de sus contemporáneos. La literatura italiana debe gloriarse de esta resolucion. Tratando asuntos diferentes, han conservado el Ariosto y el Tasso su renombre de grandes poetas; la fama del uno habria perjudicado indudablemente a la del otro.
El estudio del Orlando furioso será eternamente precioso para la historia de la poesia. Este poema sublime, modelo de gusto y de elegancia, no es meramente un resúmen de brillantes extravagancias, de poéticos caprichos, de seductores ensueños. La obra de Ariosto, bajo un exterior ligero, frívolo en apariencia, encierra las mas serias ideas, las máximas mas profundas, y los mas instructivos episodios. El Ariosto reviste de nueva forma las viejas tradiciones y las antiguas leyendas; y sabido es que esta forma es todo en las obras de imagina [IX] cion. Ella constituye la originalidad, revlea el genio poético, y acaba por ser el título de gloria mas positivo de todo grande artista y de todo distinguido escritor. Las mismas ideas y los mismos hechos suelen reproducirse a la vuelta de un cierto número de años, mientras que la forma que les da el poeta no se reproduce jamás.
Las grandes producciones del ingenio humano tienen seimpre una tendencia en que no suele hacer alto el vulgo; pero que los entendimientos contemplativos no tardan en penetrar. Tales trabajos, nobles por la idea, inmensos por los resultados, son una mina fecunda, un manantial inagotable de decubrimientos para el hombre verdaderamente observador. Su importancia crece a medida que los siglos se amontonan sobre los acontecimientos, sobre los usos y sobre las creencias, conservando de estos acontecimientos, de estos usos y de estas creencias, un recuerdo que es su mision perpetuar en la memoria de los pueblos."
CARTA DE GALILEO
al Señor Francisco Rimuccini [sic]
"No sé en que caso seré mas reprehensible, si guardando el silencio con V.S. o si escribiéndole sin exponerle las razones que determinan mi preferencia entre nuestros dos grandes poetas heróicos. Mi deseo seria obedecer y contentar al mismo tiempo a V. S., lo que me hubiera sido mas fácil a no habérseme extraviado por una desgraciada casualidad un ejemplar del Tasso, al márgen del cual habia yo hecho algunas apuntaciones. Durante un año me he entretenido en cotejar los mas bellos pasajes de estos dos poemas, y sobre todo los que entre sí pue [X] den compararse, y confieso que el Ariosto lleva, en mi concepto, ventaja al Tasso en el número y en la gracia de estos diferentes pasajes. La fuga de Angélica, por ejemplo, me parece mejor pintada que la de Herminia. Rodomonte, en medio de París, me causa mas impresion que Reinaldo cuando entra en Jerusalen. No se puede menos de confesar que, entre la horrenda discordia nacida en el campo de Agramante y las insignificantes discusiones que se elevan en el campo de Godofredo, hay la diferencia que existe entre los sublime y lo mediano. Los amores de Tancredo por Herminia me parecen insubstanciales y frios, comparados con los de Roger y Braamante. ¡Cuan grandes son las circunstancias que ennoblecen este amor! ¡qué heroicas las empresas a que esta pasion excita! ¡qué interesante la agitacion en que pone a los personajes! Allí sí que se ven pintados con exactitud todos los arrebatos de los zelos, los recuerdos del bien perdido, las quejas, la desesperacion de un alma destrozada por las infidelidades de que acusa a un amante; pero, ¡oh amor sublime! una mirada, un suspiro, una sola palabra de Roger, basta para calmar el tierno corazon de su adorada. Y ¿quien hay que no eche de ver la frialdad y la falta de originalidad del relato de Armida y de los medios a que apela esta poderosa maga para retener a Reinaldo? ¿Puede por ventura fijar la atencion esta débil copia comparada con el cuadro lleno de gracia y de energia que hace al corazon y al entendimiento partícipes de los encantos que a Roger detienen en los jardines de Alcina?
Imposible es así mismo negar, como va ya dicho, que los motivos de la discordia que se eleva entre los caudillos de Godofredo son hasta pueriles, , comparados con los que siembran la confusion y la muerte entre los sarracenos. Ningun suceso importante nace de la primera, mientras que el despecho y la partida de Rodomonte, la muerte de Mandricardo, las heridas y la inaccion forzda de [XI] Roger, la desaparicion de Marfisa y de Sacripante, son consecuencias del furoro que ha provocado la discordia y la causa que prepara la llegada de Reinaldo y la ruina entera del ejército de Agramante.
¿Quién hay que pueda dejar de admirar el carácter indómito de Marfisa que, siempre pronta a rehusar toda clase de auxilio, no cuenta con otro apoyo que el de su brazo y de su valor? ¿Quién no verá con asombro el esfuerzo y la generosidad de Mandricardo, cuando deja a Zerbino expirando en los brazos de Isabel? Pero, ¿qué mas alta idea se puede concebir de un héroe, que la que dan de Roger las virtudes y las proezas que el poeta le atribuye, y hasta las facciones [sic] con que nos pinta su semblante? ¿Qué no podré decir del contraste que con la virtuosa firmeza de Olimpia, de Isabel y de Drusila, forman la perfidia de Gabrina, las torpes indfidelidades de Origile y la insonstante versatilidad de Doralice?
Cuanto mas me extiendo sobre este asunto, mas convencido quedo de que habria mucho que decir sobre él: esto no obstante, por no fatigar vuestra atencion, pongo fin a esta carta en la cual creo no haber dicho cosa que no sea suficientemente conocida de cuantos han leido los dos autores."
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Al concluir estas observaciones, no puedo menos de hacer una importante sobre la carta de que acabo de dar la traduccion. Galileo, a mi modo de ver, se muestra en ella demasiado severo con respecto al Tasso y emite una opinion que ningun escritor antes ni despues de él se ha atrevido a formular de una manera tan categórica. Yono creo que, para hacer del Ariosto el elogio que merece, sea necesario atacar la justa celebridad del autor de la Jerusalen libertada. Entre este poema y el Orlando furioso la balan [XII] za está todavía en el aire, y este es el mayor elogio que de ambos se puede hacer. Las simétricas proporciones del primero, justifican su nombre de épico, mientras que la gracia, la originalidad, la riqueza de imágenes y de episodios hacen del segundo, épico o no, el poema mas admirable, y sobre todo mas entretenido, que se ha publicado jamás.
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