Datos del documento
- Original, título
- Il fu Mattia Pascal
- Original, fechas
- 1ª edición: 1904.
- Lugar de publicación
- Madrid
- Editor/Impresor
- Biblioteca Nueva (editor)
- Fechas
- 1931 [edición]
- Edicion
- 2ª ed.
- ISBD
- El difunto Matías Pascal [novela] / Luis Pirandello ; versión castellana de R. Cansinos-Assens. — 2ª edición. — Madrid : Biblioteca Nueva, 1931. — 286 p. ; 20 cm.
- Verificada
- ✔️
- Descripción del contenido
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- Portada: «Luis Pirandello | EL DIFUNTO | MATÍAS PASCAL | (NOVELA) | Versión castellana de | R. Cansinos-Assens | (2ª edición) | BIBLIOTECA NUEVA | Calle de Lista, 66. — Madrid | 1931».
- Preliminares del editor o del traductor: «Prólogo de la primera edición» (5-9): inc. «La Dirección de la Biblioteca Nueva tenía incluída hace algún tiempo en su plan de publicaciones el presente libro», expl. «En realidad, la literatura es una aventura pelibrosa, y los novelistas juegan con pistolas cargadas. | R. CANSINOS-ASSENS». (285).
- Texto: (11-283): inc. «Premisa | Hubo un tiempo en que una de las pocas cosas, quizá la única, que yo supiera de cierto era ésta: que me llamaba Matías Pascal.», expl. «—¡Hombre! ¿Quién quiere usted que sea?... ¡Pues el difunto Matías Pascal! | FIN».
- Índice: (285).
- Ejemplares
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- BUV, FI 129/236*.
Traductor
Cansinos Assens, Rafael 1882 - 1964
Novelista, crítico literario, periodista y traductor. Nacido en Sevilla, a los 15 años se trasladó por problemas económicos y familiares a Madrid, donde transcurrió su vida. Participó en el movimiento modernista y fue más tarde teórico del ultraísmo. Entre 1905 y 1919 fue redactor del diario La Correspondencia. Tras la guerra fue sometido a un proceso de depuración que le impidió ejercer como periodista y que silenció su nombre en sus traducciones, aunque a partir de ese momento se dedicó en exclusiva a este menester, en el que desarrolló una labor monumental, sobre todo para la editorial Aguilar. Publicó numerosos ensayos de crítica literaria, novelas, cuentos y obras teatrales. Mantuvo amistad entre otros con Jorge Luis Borges, que duró hasta su muerte. Gran políglota, tradujo de numerosas lenguas, aunque conocía otras: francés (Balzac, Apollinaire), italiano, ruso (la obra completa de Dostoievski, Tolstoi, Turgeniev), alemán (la obra completa de Goethe, Schiller), árabe (Las mil y una noches, el Corán), inglés (Kipling, H.G. Wells), etc.
Otras traducciones
- Eva, 1ª ed. ([1920 ca.])
- El destino en un puño, 1ª ed. ([1927])
- El difunto Matías Pascal, 1ª ed. (1924)
- El mundo es redondo, 1ª ed. ([1921 ca.])
- El novio desaparecido, 1ª ed. (1924)
- La mujer más hermosa del mundo, 1ª ed. (1924 post quem)
- El alma de la casona, 1ª ed. (1924)
- Su amor, 1ª ed. (1925)
- El alma de la mujer, 1ª ed. (1926)
- Herrumbre, 1ª ed. (1924)
- Obras festivas, 1ª ed. (1916)
- Obras escabrosas, 2ª ed. ([1924 ca.])
- Villa lontana, 1ª ed. (1924)
- Aves de paso, 1ª ed. (1925)
Autor
Pirandello, Luigi 1867 - 1936
Imágenes
Bibliografía
Estudios sobre el traductor
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Oteo Sans, Ramón, Cansinos-Assens: entre el modernismo y la vanguardia, Alicante, Aguaclara, 1996.
Estudios sobre la recepción del autor
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De Filippo, Luigi, “Pirandello in Spagna”, Nuova Antologia, Junio (1964), págs. 197-206.
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Gallina, Anna Maria, “Pirandello in Catalogna”, en: Atti del Congresso internazionale di Studi pirandelliani, Florencia, Le Monnier, 1967, págs. 201-208.
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Muñiz Muñiz, Mª De Las Nieves, “Pirandello nella critica spagnola”, Pirandellian Studies, V (1995), págs. 126-147.
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Muñiz Muñiz, Mª De Las Nieves, “Sulla ricezione di Pirandello in Spagna (Le prime traduzioni)”, Quaderns d'Italià, 2 (1997), págs. 1-36.
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Sagarra, Josep Maria De, Crìtiques de teatre: 'La Publicitat' 1922-27, a cura de Xavier Fàbregas, Barcelona, Institut del teatre de la Diputació de Barcelona. Edicions 62, 1987 (pp. 373-409).
Textos
Prólogo del traductor
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PRÓLOGO DE LA PRIMERA EDICIÓN
La Dirección de la «Biblioteca Nueva» tenía incluída hace algún tiempo en su plan de publicaciones la del presente libro, la obra magna de Pirandello, que ahora sale a la luz favorecida circunstancialmente por el triunfo que su autor acaba de obtener entre nosotros. Las candilejas, encendidas en uno de nuestros escenarios por unos comediantes italianos, descendientes legítimos de aquellos otros que en el siglo XVIII fueron pasmo y deleite de la corte de Luis XIV, han nimbado de una aureola súbita y tardía el nombre y la obra de un escritor que, allá en su patria, goza de una gloria ya noblemente vieja. Y lo mismo que entre nosotros, ha ocurrido en otros países, donde crítica y público han asistido, en la misma actitud de plebe ignorante y admirativa, a la revelación de este genio originalísimo. Esos «seis personajes a caza de autor», han sido los eficaces propagandistas de la obra de Pirandello, y han cazado para él, de una vez y definitivamente, la pingüe fama universal.
Así, de un modo casi fulminante, recoge ahora el autor de «El difunto Matías Pascal» los honores que le eran debidos por su obra anterior, iluminada por el reflejo de su gran día de gloria, y entra con todos sus libros en la comunión de los santos de la literatura universal, Apoteosis merecida, pues Pirandello, dramaturgo y novelista, es uno de los escritores más originales y profundos de la hora presente, y, en general, uno de aquellos que, con sus hombros a la altura de las montañas,
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pueden codearse con los grandes genios de todas las épocas. Nuestro público, que hasta aquí le aplaudió como dramaturgo y ahora va a conocerle como novelista, podrá apreciar la admirable continuidad de su genio, que, como el agua de los veneros hondos, sea cualquiera el lugar en que alumbre, tiende siempre a alcanzar, y los alcanza, los más altos niveles.
Quizá ninguna de sus obras novelescas tan a propósito para darlo a conocer en este aspecto como la que en el presente volumen se ofrece traducida. Pues «El difunto Matías Pascal» es considerada por los críticos italianos como la obra magna de Pirandello, aquella en la cual están ya contenidos todos los elementos esenciales de su arte, y a partir de la cual puede ya declararse a su autor mayor de edad para la gloria. Y, verdaderamente, esta novela nos inicia ya en la clave del arte pirandelliano y nos introduce en la entraña de su pensamiento filosófico y literario, haciéndonos sentir el calofrío que se experimenta en las selvas tenebrosas y sagradas. La originalidad y la grandeza de Pirandello se cifran en eso; en que su concepción estética se roza con los problemas y misterios más pavorosos del alma y el ser, engendrando libros que serían tragedias teológicas, y que, gracias a su humor, paran en divinos sainetes. Así, la presente novela, en que, al través de las vicisitudes del héroe, nos hace ver su creador la necesidad absoluta de limitarse para existir, postulado teológico que trae a nuestra memoria la definición que del Ser Supremo dan las Vedas: "El que lo es todo y no es nada", y un formidable cúmulo de viejos textos canónicos y heréticos, Pues la necesidad de limitarse para existir, en que el Ser Supremo hubo de encontrarse, a semejanza de Matías Pascal, el personaje pirandelliano, fué, según las seculares tradiciones teosóficas, el origen de los mundos y las generaciones humanas. De esta suerte, el pensamiento de Pirandello corre paralelo al que inspira los grandes poemas que son los textos religiosos, los génesis y los apocalipsis, y los libros como el de Job, en cuya estela laboraron siempre, como sacerdotes de la gran
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iglesia herética, los grandes genios de todos los tiempos: los Goethe, y los Byron, y los Balzac, y los grandes amantes del Hombre, como Dostoyewsky, Tolstoi y, en general, todos los rusos. De aquí lo que pudiéramos llamar el cristianismo y el humanismo de Pirandello; su preocupación por los graves problemas teológicos y su voluntad de estudiarlos y resolverlos en el hombre, no en los ángeles y diablos de la epopeya mística, y en el hombre humano —permítaseme la redundancia—, en el hombre humilde, que resulta grotesco, por su desproporción con el destino; simpáticamente grotesco, como esos borrachos y esos cornudos del entrañable Dostoyewsky. Ese es el humorismo de Pirandello, o, más bien, su caridad, pues si de un lado parece que juega con sus personajes y como que les saca el pelote de su ficción a estos fantoches, obra de su arte, de otro no los toma sino muy en serio, dejándose convencer por su misma realidad artística cuando de pronto advierte que tienen un alma, y les consiente expresarse como criaturas, obrando así un milagro mayor que el de los que hacen hablar a los veladores, y mostrándose él mismo sorprendido de la gravedad tremenda de lo que, a primera vista, parece una travesura literaria. Pirandello está así verdaderamente, respecto a sus personajes, en la misma relación que Dios respecto a los hombres, pues sin renunciar al papel de hado, los deja obrar con su libre albedrío.
Desde que el Arte dejó de ser religioso, se advierte en él el anhelo de crear una epopeya humana comparable a la divina: una Biblia profana. Toda una serie de libros, altos como montañas, se coordinan en este propósito, desde «La Divina Comedia», del Dante, a «La Comedia Humana», de Balzac, pasando por el «Fausto» y «La Leyenda de los Siglos». Empresa titánica, en la que han colaborado los más grandes genios, ávidos de trazar las genealogías y los hechos del Hombre sin la tutela de la inspiración divina. La Biblia canónica está parafraseada por mil Biblias del Arte; y, en realidad, cada novela pretende ser una explicación libre de algún misterio
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del alma y la conducta del Hombre: el folletín mismo, con su eterna dualidad entre el principio del Bien y del Mal, del elemento seráfico y el diabólico, no es sino una rapsodia literaria de la teología maniquea. Las grandes obras literarias, en suma, una meditación sobre los destinos del Hombre; tratados teológicos en acción, en los que la forma novelesca o dramática, al servirse del individuo, representa la caridad del Arte. El auto sacramental para en sainete, por la limitación que el elemento individual aporta al drama, y el amor de que esta limitación engendra. Y aquí volvemos a lo que decíamos antes del cristianismo de Pirandello, pues el amor con que, a partir de Cristo, mira el Hombre a sus semejantes, es la causa de que no pueda subsistir ya la tragedia antigua, regida por el hado inexorable, y el origen, también, de ese humorismo, que los antiguos ignoraron y que tiene su patria legítima en los países más cristianos —Alemania e Inglaterra—, mientras algo de la magnífica crueldad pagana perdura en los estéticos catolicismos d'annunzianos. La sonrisa del Cristo es el alma del sainete y la tragicomedia modernos, y brilla como un sol sobre las miserias y hasta sobre la insignificancia de los personajes de la novela humorística.
La novela moderna representa, con relación al libro sagrado, una aproximación amorosa al individuo y un intento por resolver sus enigmas; y cuanto más intensa esta aproximación y más serio el intento, tanto más grande es la obra del escritor. Pirandello va más lejos que ninguno en este propósito, dejando que sus personajes se manifiesten con toda la libertad posible; mientras otros convierten los hombres en fantoches, él convierte los fantoches en hombres, conscientes de su personalidad y conscientes también del poder superior que les rige. Sólo por haber obrado este milagro, anulando la ficción literaria, estaría justificada su gloria. El ha anulado esa ficción y, al mismo tiempo, nos ha revelado todo lo que en ella hay de pavorosa verdad. Ya se sabía antes de él que el artista era un remedo de Dios al crear sus
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personajes; pero él nos ha hecho ver el primero (1) que esos personajes ficticios, esas larvas, pueden convertirse de pronto en seres de carne y hueso y proceder con independencia de su creador. Verdad abonada por las ciencias psíquicas, ya que los personajes de cada autor, ¿qué son sino sus ideas y hasta sus obsesiones encarnadas? Y ¿cuántos creadores no fueron víctimas de sus demonios? En realidad, la literatura es una aventura peligrosa, y los novelistas juegan con pistolas cargadas.
R. CANSINOS-ASSENS
(1) Al escribir esta afirmación acude a mi memoria —¿no estaba ya en ella?— el nombre de nuestro gran Unamuno, cuyo parangón con Pirandello es absolutamente inexcusable. Entre ambos originalísimos escritores, de una misma época y una misma edad, existen extrañas afinidades que a veces nos plantean el problema de la precedencia, cuya solución requeriría una rigurosa confrontación cronológica. En su «nivola» NIEBLA, ya vimos a don Miguel discutir con uno de sus personajes súbitamente animado de vida propia, en un gesto de rebeldía —tal vez el mismo autor ante Dios en otras páginas de EL SENTIDO TRÁGICO DE LA VIDA— e imponerle la dura necesidad de morir. Unamuno es, además, el propugnador del teatro desnudo, de la tragedia en espíritu y en verdad, según se esquematiza en FEDRA. Que su obra dramática no haya alcanzado popularidad entre nosotros, quizá se deba a que la tierra italiana es más sonora que la nuestra, o a aventajarle Pirandello en la realización práctica del sentimiento artístico. La razón fundamental de sus semejanzas estriba en que ambos viven en la luz del pensamiento teológico y en la meditación de los graves albures del ser y su destino, que al actuar el individuo con su libertad aparente y su limitación positiva, como los fantoches pirandellianos crean en la esfera del empirismo estético, la tragicomedia humana.
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Se ha solicitado por escrito la autorización para su reproducción al heredero legal del autor, sin que hasta el momento se haya recibido respuesta alguna.
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