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Datos del documento

Original, título
Estetica come scienza dell'espressione e linguistica generale
Original, fechas
1ª edición: 1902. Edición de base: 2. ed. riv. dall'autore, Milano... [etc.]: R. Sandron, 1904.
Lugar de publicación
Madrid
Editor/Impresor
Francisco Beltrán (editor)
Fechas
1912 [edición]
Edicion
1ª ed.
ISBD
Estética como ciencia de la expresión y lingüística general : teoría e historia de la estética / B. Croce ; versión castellana corregida por el autor de José Sánchez-Rojas ; prólogo de Miguel de Unamuno. — Madrid : Librería de Francisco Beltrán, 1912. — 586 p. ; 22 cm. — (Biblioteca moderna de filosofía y ciencias sociales). — La parte teórica corresponde a " Estetica come scienza dell'espressione e linguistica generale". La parte histórica, a cincoc apítulos publicados en la revista " Flegrea" (Nápoles). Referencias bibliográficas. Índice
Fuente
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Descripción del contenido
  • Portada: «B. CROCE | ESTÉTICA | como ciencia de la expresión | y lingüística general | Teoría e Historia de la estética | Versión castellana corregida por el autor | de | JOSÉ SÁNCHEZ-ROJAS | Prólogo | de | MIGUEL DE UNAMUNO | Madrid | Librería de Francisco Beltrán | Principe, 16 | 1912».
  • Preliminares del editor o del traductor: «Á LA MEMORIA DE MIS PADRES | PASCUAL Y LUISA SIPARI | y de mi hermana MARÍA | B.C.» || (7- 26): inc. «PROLOGO | Á la versión castellana de la “Estética” de B. Croce | Confieso contarme en el número de aqueéllos á quienes les atraen muy poco ó nada..», expl. «...por eso creo obra altamente patriótica darla traducida á nuestra hoy todavía en no poco desventurada España. MIGUEL DE UNAMUNO | Salamanca, Junio, 1911.» || «ADVERTENCIA DEL AUTOR» (27-28): inc. «Este volumen está compuesto de una parte teórica...», expl. «...el autor habrá conseguido su objeto y satisfecho uno de sus anhelos más vivos. | Nápoles, Diciembre de 1910.» || [SEGUNDO PROLOGO] (28-30): inc. «Además de una detenida revisión literaria...», expl. «...en apéndice aclaratorio y polemístico del presente volumen. | Naóles, NOviembre 1907. | B.C.». || «ÍNDICE-SUMARIO» (31-43). (587) inc. «Anteportada... 1», expl. «Colofón... 589». || (590) : ERRATAS
  • Texto: (46-557): inc. «primera parte .| teoría || CAPÍTULO I | La intuición y la expresión | El conocimiento humano tiene dos formas...», expl. «que, derivando de ella, forme a su vez, su salvaguardia y su fuerza. [notas a pie de pág.]». || PARATEXTO FINAL: «Apéndice bibliográfico», (559-575) || «REPERTORIO de autores citados en la “Historia”» (577-584) || «POST-SCRIPTUM» (585-586), inc. «El lector notará, acaso, ciertas erratas...», expl. «..y ahora lo inicia Beltrán publicando este libro, que ha de obrar una sólida revolución fecunda en nuestras ideas estéticas españolas. JSOSÉ SÁNCHEZ-ROJAS.»
  • Índice: (587) inc. «Anteportada... 1», expl. «Colofón... 589». || (590) : ERRATAS
Ejemplares
  • BUB: 07 D-451/2/26*, 40 LLM 76 Cro, 42 BA DA 7.01 Cro
  • BC: R.482375. TOP: Bad-8-201 (Ex-libris Badia-Cardús. 8-Donatiu. Badia i Margarit, Antoni M.)
  • BNNapoli
  • BPEOviedo, BUAL, BUAM, BUDeusto, Budg, Budl, BUMálaga, BUPolitécnica Madrid, BUSalamanca, BUSantiago, BUSevilla, BUCLa Mancha, BUValencia, BUZaragoza, CSIC (Madrid)
  • RE: MP1 14052

Traductor

Sánchez Rojas, José 1885 - 1931

Originario de Alba de Tormes (Salamanca), fue discípulo y amigo de Unamuno, con quien intercambiaba libros de autores italianos. Tras acabar Derecho en la Universidad de Salamanca y doctorarse en Madrid, se trasladó con una beca al Colegio de España en Bolonia, donde se empapó de la lengua y la cultura italianas hasta el punto de convertirse en su difusor vocacional una vez retornado a España en 1907. Transgresivo y bohemio, fue encarcelado en 1917 y desterrado a Huesca en 1926 por defender públicamente a Miguel de Unamuno, desterrado a su vez en 1924 por Primo de Rivera. Trabajó como cronista político y recensor literario en numerosos periódicos de Madrid y Barcelona. Murió en Salamanca, donde había ido para participar en un homenaje a Unamuno (falleció la noche antes, el 31 de diciembre de 1931). Escribió: Tratado de la perfecta novia; Paisajes y cosas de Castilla; Sensaciones de Salamanca; Las mujeres de Cervantes (por encargo de Montaner y Simón y que dejó inconclusa); Elogio a Gabriel y Galán; Elogio a José Sánchez Ruano; Castila y Cataluña; A propósito de los exámenes.

Autor

Croce, Benedetto 1866 - 1952

Otros responsables

Miguel de Unamuno prologuista

Imágenes

Portada
Portada
Prólogo de Croce (inicio)
Prólogo de Croce (inicio)
Prólogo de Unamuno (inicio)
Prólogo de Unamuno (inicio)

Bibliografía

Estudios sobre el traductor

  • Moreiro Prieto, Julián, Sánchez Rojas, Crónica de un cronista, Salamanca, Publicaciones del Centro de Estudios Salmantinos; 40, 1984.

Textos

Paratextos

Prólogo de Unamuno (extractado)

MIGUEL DE UNAMUNO

PRÓLOGO
Á LA VERSIÓN CATELLANA DE LA "ETÉTICA" DE B. CROCE

Confieso contarme en el número de aquellos á quienes les atraen muy poco ó nada los tratados de estética, y más si son de filósofos. Prefiero con mucho las observaciones que sobre el arte hacen los grandes artistas, aunque se equivoquen en ellas, y recuerdo siempre á propósito de la estética más o menos preceptiva el cuento aquél, un poco más de lo debido brutal, de Diderot, en que nos cuenta del marsellés y el eunuco comprador de esclavas para el harén de su amo. Me es también sospechosa y muy poco grata casi toda la crítica cuando no llegue á ser aquella que reclamaba Flaubert en carta a Jorge Sand que Croce cita al final del capítulo XV de su historia, dedicado á De Sanctis, en que nos presenta un crítico así, artista y modelo. Mas sé por otra parte que no todos los estéticos se proponen preceptuar reglas a que los artistas "hayan de" sujetarse y que no entra Croce entre esos.
Muy exacto, por otra parte, como dice Croce, que toda obra de ciencia es a la vez obra de arte, proposición que mucho más que á otrsa obras de ciencia ó de filosofía, se aplica á esta su Estética, obra de arte sinduda, y excelentísima como tal.
Ríñese hoy en Italia batalla de ideas, sobre todo entre críticos y artistas, en torno al nombre de B. Croce, compo en torno a una enseña. Y con frecuencia suena del lado de los artistas el nombre venerando y glorioso de Josué Carducci. Y este Carducci, que como dice Croce en una carta suya á Alberto Lumbroos, director de la "Rivista de Roma" y publicada en el nñumero del pasado Abril de dicha revista, había profesado durante largos años aborrecimiento a la Estética, "aborrecimiento que hay que atribuir en parte a su ánimo de poeta, retuso a toda disciplina filosófica, y en parte al ambiente en que se educó y vivió" y que "en el fondo había odiado tanto más ferozmente a la Estética cuanto menos la había conocido haciéndose de ella una imagen fantástica, que se compadece mal con las cosas sencillas" que Corce expone en este su libro, cuando le hubo publicado, decíale: "El libro de "Estética" me es una revelación y una guía... tiene usted mucho y vivaz ingenio y una profunda y viva eruducuón". Y este juicio del gran poeta tendrán que hacer otros poetas, retusos como él a la estética, cuando lean ésta.
Porque la Estética de Croce, no a paser de ser una obra de robusta y segura filosofía, sino precisamente por serlo, es una obra fuertemente liberadora y sugestiva para un artista, yna obra revolucionaria, y son los artistas y los poetas los que ante todo deben leerla y meditarla.
la enemiga entre artistas y críticos, creo que sea tan antigua como el artr y la crítica mismos, y el arte y la crítica son hermanos gemelos, si es que no son una misma y sola cosa vista desde dos puntos […]
[9]
Ni hay línea divisoria precisa entre crítica y producción artística directa. Hay mucho más poético que los ensayos críticos de un Coleridge ó de un Sainte- Beuve? Con razón dice Croce que "el simple erudito no logra jamás ponersen en comunicación directa con los grandes espíritus, revolviéndose de continuo por los patios, escaleras y antecámaras de sus palacios, pero el ignorante bien dotado ó pasa indiferente frente a obras maestras para él inaccesibles, o en ves de comprender las obras de arte cuales son ellas en efecto, inventa otras con la imaginación". Y añade que "la laboriosodad del primero puede la menos alumbrar a los otros, mientra la genialidad del segundo queda estéril del todo". Y aquí siento tener que discrepar de crítico y artista tan perspícuo. ¿Estéril? ¿Estéril quien inventa con la imaginación otra obra de arte? Si realmente "ne inventa egli altre con l'immaginazione" su labor no es estéril, siempre que esta su invención sea bella. ¡Cuántas obras de arte no han salido de otras! En rigor casi todas. Los palimpsestos de que al final del capítulo XVI de su Teoría nos habla Croce, esas "nuevas expresiones sobre las antiguas, fantasías artísticas en vez de reproducciones históricas" son en arte perfectamente legítimas. El terror del año mil, el milenario, podrá no ser una verdad histórica, pero no por eso será menos bella la poesía catalana de Guimerà al año mil. Aún hay más, y es que hasta evidentes erratas o malas traducciones [10] han servido de pie para nuevas creaciones, no ya artísiticas sólo, sino filosóficas. En la relación de Averroes a Aristóteles se ve esto. Una errata, una equivocación, es á las veces tan generatriz como la rima.
[…]
[11]
Es en efecto, la fusión del arte y de la ciencia lo que da valor y eficacia a la estética de B. Croce, que es una estética filosófica hecha por un verdadero artista, una obra de filosofía artísitca tal como fueron los diálogos de Platón. ... Por primera vez he visto aquí la doctrina del arte liberada de la doctrina de la lógica, de la ética y de la psicología, aunque con ellas conexionada. Es esta una Estética independiente y sustantiva en lo que cabe y no una mescolanza de disitntas disciplinas que de cerca o de lejos se rozan con el conocimiento de lo bello. Y en tal sentido, digo, que es una obra altamente liberadora y revolucionaria. Leyéndola adquirirán los artistas mayor y mejor conciencia de su independencia artística.
Destruye por una parte la superstición de los géneros y de las reglas, pero es para llevarnos a a conciencia de la ley de la expresión, de la ley de la vida artística, y así nos liberta ya que la libertad no es sino la conciencia de la ley frente a la sumisión a la regla impuesta. Y, por otra parte, es la obra de Croce una brillante y sólida defensa de los fueros de la fantasía, desconocidos o negados por tantos filósofos de lo bello […]
[14]
¿Y la religión? Confieso que donde más me rebelo de las doctrinas de Croce es en este punto. La religión no tiene en su sistema un aposición adecuada... afirmando a seguida que "la filosofía quita toda razón de ser a la religión porque se le sustituye". No lo espero. Y nótese que digo no lo espero, y no que no lo creo. Porque en mi sentir la fe, lo propio de la religión, así como la intuición o expresión es lo proprio del arte y el concepto lo proprio de la ciencia, la fe es más que otra cosa esperanza y la esperanza, de fondo teológico, no es precisamente fenómeno conocitivvo. […]

[15]
Podrá Croce redargüirnos que n o tiene solución el problema religioso tal como lo planteamos o que no existe tal problema, pero la deseperación de nuestra esperanza volverá una y otra vez a planteárnoslo. No nos avendremos a sustituir la religión con la filosofía, que no nos consolará jamás de haber nacido. Y a él, al italiano, le quedará el decir que estos son ensueños místicos de la siempre desventurada España. B. Croce esprofundamente italiano y en italiano piensa y siente, y el alma italiana, a pesar de las apariencias en contrario, nunca fué en su fondo mística, por lo menos tal como aquí lo sentimos. Del llamado misticismo franciscano al misticismo teresiano media un abismo.

[18]
Expresar es nombrar. Se percibe los elementos materiales de una cosa, pero no se la conoce hasta que no se la nombra uno en sí. De que en una lengua falte el nombre de un objeto natural, no se deduce que no existiera el objeto ante los que la hablaban, sino que no lo distinguían de otros, que no hablaban de él, que no lo conocían como tal.
Exactísmo que la primera obra de arte es la lengua, que nos da el mundo intuido. Y una lengua se compone de metáforas y de símbolos. La palabra es siempre metáfora y siempre símbolo. Mas la verdadera obra de arte es el lenguaje hablado y vivo. Una poesía bella, es decir, una poesía, es la que habla como un hombre; sólo los pedantes hablan como un libro, es decir, como un libro que no habla como un hombre. El lenguaje es siempre poesía, afirma muy bien Croce.
[…][19]
Pensamos con intuiciiones, el concepto se apoya en la intuición, la ciencia en el arte. […] Y es ello inevitable ya que pensamos con palabras, que son abstracciones siempre. La intuición misma de lo individual concreto es una abstracción de impresiones. Expresar es abstraer.
Y ni siquiera el trazado del oulso, que nos da un esfigmógrafo escapa de ser expresión artística, pues que el hombre ideó y produjo el aparato y el hombre intuye é interpreta la linea del trazado
Pero si algún lector se resiste a la identificación ehtre lingüística hy estética, todo lector artista plaudiría sin reservas la crítica severa que B. Croce hace de las reglas de la retórica, de la teoría de los géneros y de todas esas categorías de lo sublime, lo cómico etc. Y, sin embargo, desde nuestro punto de vista naturalístico ó sentimental, tendríamos también que hacer a ello reservas. Pero más vale dejarlas.
Las teoría estéticas de Croce están luego refrendadas y corroboradas en su historia de la estética, historia que sirve de conformación y complemento a la teoría.
En esta parte histórica me creo en el deber de llamar la atención de los lectores españoles sobre su juicio respecto al infilosofismo de la segunda mitad del siglo XIX, ya que aquí ha hecho estragos ese cientificismo pseudo-filosófico. ¡Las veces que he tenido que burlarme de esa sociología, que como dice Croce, no se sabe lo que como ciencia sea! Y yo que consodero como una de las mayores victorias de mi espíritu sobre sí mismo el haberme libertado de de la fascinación que sobre mí ejercía a mis veinticinco años el nefasto Spencer, experimenté un vivo placer estético al leer el juicio que a Croce le merece. Y respecto a lo que de la doctrina del progreso aplicada al arte, y lo de la evolución nos dice, sólo he de recordar que uno de los más funestos escritores contemporáneos nuestros, el que socolor de arte, más ha explotado las bajos instintos de la lujuria, sostenía que por haber llegado él al mundo siglos después de Homero, es superior como artista a éste.
[…]
También debo llamar la atención de los lectores españoles acerca de lpo que Croce, naturaleza de fino artista italiano, nos dice de la pedantería profesional o académica alemana, ya que nos la empiezan a mal traducir de nuevo, amenazándonos una nueva época como la del krausismo. El capítulo sobre el gran crítico de Sanctis es a este respecto sumamente instructivo.
Interesantísima también la rehabilitación del gran teólogo Schleiermacher como genial precursor de la estética. ¿Y no será porque era un teólogo ante todo y sobre todo, un teólogo más que un filósof, por lo que así la presintió? Intreseante sería investigar cómo la la estética de Schleiermacher surge de su teología.
Muy de notar son también los juicios de Croce sobre Ruskin y sobre Nietzsche, dos artistas, dos poetas, que alguna vez se metieron a estéticos. Del primero, "temperamento de artista, impresionable, excitable, voluble, rico de sentimiento, que daba tono dogmático, forma aparente e teoría, en páginas vivas y entusiatas a sus sueños y caprichos", nos dice que podrá juzgarseirreverente cualquier exposición reasuntiva y prosaica de su pensamiento estético, que ha de ser por fuerza pobre e incoherente. Y de Nietzsche que si sus doctrinas son poco rigurosas y, por lo tanto poco resistentes, está, en cambio, llenas "de alta inspiración y trasponen la mente a una región espiritual cuya alteza no había sido jamás alcanzada en la segunda mitad del siglo XIX". Por donde se ve el altísimo precio que B. Croce hace de los verdaderos artistas por equivocada que su filosofía fuese. ¡Lástima grande que junto a sus nobres figure un Max Nordau, v. gr., indigno de aparecer en una historia de la estética! Y donde él sobra, faltan acaso otros, como el gran dané Kierkegaard.
Cierto es que Croce nos advierte que "con Lombroso y su escuela, y con los sociólogos a lo Nordau hemos llegado al límite extremo que separa el error decoroso del grosero que se llama despropósito". Estos sociólogos metidos a críticos de arte, nos hacen el efecto de ciegos de nacimiento, que hacen crítica pictórica juzgando los cuadros a tacto.
¿Y de España? El pensamiento estético español ocupa un puesto en la historia de Croce, y le ocupa merced a la Historia de las ideas estéticas en España, de nuestro gran crítico artista Menéndez y Pelayo, de cuya obra se ha aprovechado B. Croce citándola con encomio y estimándola en algunas partes y aún fuera de lo que a España exclusivamente se refiere, como por lo que hace a las ideas estéticas de San Agustín y de los primeros escritores cristianos y a la historia de la estética francesa en el siglo XIX la mejor guía. Gracias en gran parte a nuestro Don Marcelino figuran honrosamente en esta historia nuestros Arteaga, Azara, Barreda, Feijóo, Gracián, Huarte, León Hebreo, López Pinciano, Luzán, Sánchez el Brocense, el marqués de Santillana, Juan de Valdés, Lope de Vega y Luis Vives. "España -dice en el capítulo XIX de su Historia fué acaso el país de Europa que resistió más tiempo a las pedanterías de los tratadistas; el país de la libertad crítica desde Vives a Feijóo, o sea del siglo XVI a mediados del XVIII, cuando decaído el antiguo espíritu español se implantó allí por obra de Luzán y de otros la poética neoclásica de origen italiano y francés". Pero en otro pasaje, al hablar en el capítulo XIII entre los estéticos almenes menores, nos dice que casi ninguno salió de su país nativo y en un paréntesis: "sólo Krause fué importado a la siempre desventurada España". Esta última frase la he citado ya.
Me dolió al leerla, aun cuando no esté mal en la aplicación inmediata a que se refiere. Nos duele siempre la compasión de los extraños, y más de los que, como Croce, parecen, en parte al menos, conocernos. Siempre desventurada España... ¿por qué? ¿cuál es su desventura? No podemos juzgar de la exactitud y el valor del epíteto hasta no saber toda la extensión del sentido que su autor le da y en qué la funda. No sé si en Italia, y aún por críticos de la perspicacia y la independencia del criterio artístico de un B. Croce se nos conoce lo bastante para juzgar de nuestra ventura o desventura, que es, por otra parte, categoría eudemonística. Aun Carducci, que presumía de conocer nuestra literatura y en parte la conocía, Carducci, el que habló de las contorsiones de la "afanosa grandiosidad española" (del rinnovamento letterario in Italia) escribió [23] en sus mosche cocchiere que "en el concilio olímpico donde se asientan Dante y Shakespeare hasta España, que jamás ejerció hegemonía de pensamiento, tiene a su Cervantes" mientras Italia siguió mandando a más de uno. ¿Que jamás tuvo hegemonía de pensamiento? La historia de la compañía que fundó el español Iñigo de Loyola y su acción en Trento, tal vez probara que no puede afirmarse eso en absoluto. Esa hegemonía podría ser buena o mala según de donde se mire.
Y la misma desventura concreta a que B. Croce alude, la de que fuese aquí importado Krause y no Hegel, o Fichte, o Schelling, o Herbart, a qué se debió sino a trar a Krause, filósofo de segundo orden, raíces religiosas, más aún, raíces místicas? No es lo interesante que fuese acá importado sino que fuese aquí y en Bélgica, los dos países acaso más hondamente católicos, la patria de Santa Teresa y la de Ruisbroquio, donde echara raíces. Y tal vez la posición espiritual que Croce ocupa frente a la religión y la que frente a ella ocupamos los genuinos españoles, hasta los que pasamos y nos tenemos por heterodoxos y algunos aún ateos, estas respectivas posiciones hacen que el filósofo idealista y racionalista napolitano, juzgue desventura lo que nosotros, por ser tal vez nuestra razón de vida como pueblo, como pueblo naturalista, irracionalista en un cierto altísimo concepto que no excluye el uso de razón y tal vez como pueblo afilósofo. El sentimiento económico potencializado y hecho trascendente, la preocupación de nuestro último fin personal y concreto, el culto de la inmortalidad sustancial nos domina. La pura contemplación desinteresada no es cosa nuestra.
En estas páginas que preceden a la traducción española de la Estética de Benedetto Croce, he querido expresar más que mi asentimiento personal a sus doctrinas, que es grande, pero cosa que al lector debe de importarle poco, las dudas que en el ánimo de éste puede levantar su lectura y el sentimiento [24] que en él provocara lo que el gran pensador italiano parece pensar de nuestro pueblo. Es, creo, la mejor introducción española a esta también española traducción, y el más leal y viril modo de honrar la obra de Croce, uno de cuyos mayores méritos, y no el menor, es el de suscitarnos esas dudas y problemas y el de hacernos volver, con una sola frase, a nosotros los españoles, a nuevo examen de conciencia colectiva. Por mi parte debo a B. Croce no pocas enseñanzas, corroboración de puntos de vista, esclarecimiento de ideas que bullían en mí confusas, expresión neta de oscuras impresiones que en mí germinaban, solución de dudas, soldamiento de cabos sueltos y de incoherentes fragmentos de pensar, pero le debo también el que me haya suscitado nuevas dudas, el que me haya hecho formularme nuevas preguntas, y como español le debo el haberme despertado aún más, con una simple frase, que vale mucho por venir de quien viene, la conciencia de la dignidad de mi patria y el pesar de la piedad, no sé hasta qué punto merecida, con que se la mira fuera de nosotros y hasta tristeza y vergüenza da decirlo, dentro. "¡Pobre España!".
Aquí debería acabarse este prólogo, que harto es ya, y aquí de hecho se acababa. Creí casi un deber enviárselo al mis mo Croce antes de darlo a la estampa; se lo envié y me felicito de ello por haberme valido una carta del ya ilustre filósofo de que quiero y debo dar aquí cuenta en lo que atañe a la frase que suscitó mi acaso algo morbosa susceptibilidad patriótica.
Traduzco la parte de la carta que no es puramente personal. Dice:
"Me agrada lo que dice usted en su prólogo, y no sólo en aquello en que está conmigo conforme -y lo está con íntima inteligencia de las cuestiones si no hasta en la parte en que de mí disiente y donde su disentimiento me resulta casi siempre instructivo. Sólo en pocos puntos creo que no tendría usted razón para objetarme si leyese los ulteriores desarrollos de mis pensamientos en la Lógica y en la Filosofía de la práctica. La Estética es relativamente un libro juvenil. Es mi primer libro de filosofía, porque durante muchos años no me he ocupado sino en historia y entre otras cosas en las relaciones históricas de Italia con España, sobre lo cual he escrito una veintena de pequeñas Memorias. (En este tiempo estuve en correspondencia con Menéndez y Pelayo, con Rodríguez Marín, con Rodríguez y Villa, con Cotarelo, con Menéndez y Pidal, etc.). En mis posteriores libros ha madurado mi oensamiento. Y hasta en punto a Estética en el volumen Problemas de Estética y más propiamente en la conferencia leída en Heidelberg, hallará un progreso en el concepto de intuición.
Pero lo que meduele es que una boutade que se me escapó en el impulso de la primera trama de mi libro, y que he olvidado después quitarla, le haya disgustado pareciéndole de más importancia que la que tiene. Cuando escribó, bromeando (scherzando) a propósito del krausismo español la "siempre desventurada España" pensaba en las corrientes del peor positivismo europeo que entonces la invadían tanto como en la innoculación [sic] del peor sistematismo tudesco que había sufrido unos decenios antes. Y aquella frase apuntaba más bien a la pedantería filosófica y a la hinchazón (goffagggine) positivista que a España misma, cuya literatura y arte, cuyo pueblo y cuya historia han ejercido sobre mí siempre una gran fascinación. En la nueva edición que se prepara de la Estética quitaré esa frase, pero no es posible quitarla de la traducción española, porque suprimiría algunas páginas de su bella introducción. Prefiero, pues, que quede a los ojos de todos mi pecado para que no falten esas páginas de castigo. (Esta palabra en castellano). Le rogaría, sin embargo, que añadiese una nota advirtiendo, por cuenta del autor, que se trata de una frase en broma (scherzosa) dicha por incidente y sin darla [sic] demasiado valor, y que Croce, antes de llegar a hacerse escritor de filosofía y de estética, era conocido ya como hispanófilo y había publicado muchos estudios de eruducuón española. Tal es la verdad".
Queda, pues, el noble autor servido.
Y ahora soy yo quien digo que no debe de [sic] desaparecer de la traducción la frase esa, y no por los desahogos de suspicacia que en este mi prólogo ha provocado, sino por haber dado lugar a esta nobilísima carta en que resplandece todo el sereno espíritu del ilustre filósofo napolitano. Y después de sus explicaciones soy yo quien hace mía su frase. Porque pasó, al parecer al menos, el peso de aquella peor sistematización de filosofía tudesca, parece que va pasando la ramplonería positivista, refugiada aún en las bibliotecas baratas de avulgaramiento más que de vulgarización pseudo-científica, pero lo que no parece que quiere pasar de nuestra desventurada patria es la pedantería filosófica que ahora toma una nueva y más sutil forma de vacuo intelectualismo. Y amenaza inficcionar nuestro arte que en los buenos tiempos supo defenderse de las infecciones. Y como creo que esta ESTÉTICA escrita por un italiano hispanófilo, que bajo el clarísimo cielo de Nápoles, todo luz libre, rodeado de las memorias de Vico, de Bruno, de Campanella, de De Sanctis, de otros grandes, claros y luminosos espíritus, ha logrado disipar hórridas nieblas setentrionales, sacando de ellas, al disiparlas, el rocío vivífico que era su tuétano, como creo, digo, que esta Estética puede contribuir en algo a defendernos de esta nueva pedantería que nos amenaza, por eso creo obra altamente patriótica dala traducida a nuestra hoy todavía en no poco desventurada España.
MIGUEL DE UNAMUNO

Salamanca, Junio, 1911.