Volver a la búsqueda

Datos del documento

Original, título
Arcadia (Prosa VIII: "benchè sia ancora e sarò mentre lo spirto regerà queste membra...cioè di cacciare con cruda morte reparabile amore")
Original, fechas
Redacción: 1495-1496 (redaz. definitiva). 1ª circulación: 1501 (ed. incompleta no autorizada). 1ª edición: 1504 (Summonte).
Lugar de publicación
Barcelona
Editor/Impresor
Carles Amorós (impresor)
Fechas
1543 [edición]; 1533-1534 ca. [traducción]
Edicion
1ª ed.
ISBD
Égloga segunda : Quise bien, y querré mientras rigere.... En: Las obras de Boscan y algvnas de Garcilaso de la Vega : repartidas en quatro libros. — Barcelona : Cvm privilegio imperial. Carles Amoros, 1543. — vv. 161-667.
Verificada
✔️
Descripción del contenido
  • Texto: inc. «Quise bien, y querré mientras rigere...», expl. «... no siendo por los hados aún dispuesto».
  • Texto (parte): inc. «Quise bien, y querré mientras rigere...», expl. «... no siendo por los hados aún dispuesto».
Observaciones

No se conserva manuscrito de esta Égloga, que suma 1885 versos, mientras que la traducción versificada (en algunos trechos, libre recreación) ocupa 506 versos, es decir, aprox. el 27%. Para facilitar el cotejo entre el original y la versificación garcilasiana, se reproducen ambos textos en el ARCHIVO DE TEXTOS.

Traductor

Garcilaso de la Vega 1501 ca. - 1536

Nació en Toledo en fecha incierta. Emparentado con la familia del Marqués de Santillana por parte de padre y con la de Hernando Pérez de Guzmán por parte de madre, recibió una formación humanística y al estallar la revolución de la nobleza contra el nuevo emperador, abanderada por su hermano Pedro Laso de la Vega entre otros, se pronució a favor de Carlos V, que lo recompensó nombrándolo "contino" de su guardia (1520). Participó valerosamente en la guerra de las Comunidades (1521) y, junto con Juan Boscán, en la expedición a Rodas, sitiada por los turcos. En 1523, de regreso a la corte, establecida desde el 22 en Valladolid, recibió el título de Caballero de Santiago. Volvió a sumarse a las tropas del Emperador en la campaña contra Francia, durante la cual conoció a Fernán Alvarez de Toledo, futuro duque de Alba. En 1525, por deseo de Carlos V, se casó con Elena de Zúñiga y se trasladó a Toledo, como regidor. En esa época pudo conocer a Andrea Navagero, embajador de Venecia, y a Castiglione, Nuncio del Papa, que asistieron a las bodas del Emperador con Isabel de Portugal, celebradas en Granada (ocasión también del decisivo encuentro entre Navagero y Boscán relatado por este último en su Carta a la duquesa de Soma). La supuesta relación amorosa del poeta con la dama portuguesa Isabel de Freyre data asimismo de 1526. En 1529 Garcilaso se trasladó con la corte a Barcelona para acompañar a Carlos V en su viaje a Italia, donde debía ser coronado emperador por el Pontífice. Al año siguiente tal vez conoció a Luigi Alamanni en Francia, donde había acudido en misión diplomática por encargo del emperador. En 1531, al haber participado en la boda de un sobrino suyo sin el beneplácito imperial, fue condenado al destierro en una isla del Danubio, y luego, por intercesión del Duque de Alba, a Nápoles, donde su presencia está acreditada desde noviembre de 1532. Es allí donde inicia el periodo más productivo de la vida del poeta, favorecido por la amistad del recién nombrado virrey de Nápoles, Pedro de Toledo. La Accademia Pontaniana estaba regida desde 1530 por Scipione Capece, docente de derecho en la Universidad napolitana, y de ella formaban parte, entre otros, Antonio Minturno y Antonio Telesio, con los que tuvo frecuente trato. Gracias a los amigos de la Accademia conoció a Pietro Bembo, que años más tarde elogió sus odas latinas. En la corte de Pedro de Toledo entabló relación con Luigi Tansillo, con Bernardo Tasso, y con Giulio Cesare Caracciolo, a quien dedicó un soneto. Hacia mediados de abril de 1533 se trastadó a Barcelona para esperar el retorno del Emperador, y tal vez fue entonces cuando revisó la traducción del "Cortegiano" realizada por su amigo Boscán, traducción publicada en 1534. A mediados de junio estaba de nuevo en Nápoles, que abandonó solo para un breve viaje a España en el verano de ese año. En 1535 era nombrado alcaide de Reggio y se planteaba incluso la posibilidad de arraigarse definitivamente en Nápoles trayendo a vivir a su familia, pero en otoño de 1535 vestía de nuevo las armas para participar en la expedición contra Barbarroja, concluida con la toma de Túnez y la entrada triunfal del emperador en Nápoles el 25 de noviembre de 1535. En la primavera de 1536, abiertas nuevamente las hostilidades con Francia, Garcilaso era nombrado maestre de campo de las tropas españolas. Mermadas éstas por el calor y la falta de alimentos, durante el camino de regreso a Italia, el poeta perdió la vida en una pequeña villa de Le Muy, en cuya torre se habían atrincherado algunos arcabuceros franceses. A ella subieron primero Jerónimo de Urrea (traductor del "Orlando furioso" en 1549) y Guillén de Moncada; luego el capitán Maldonado y Garcilaso, que bajo el impacto de una piedra, cayeron al vacío al romperse la escala. Trasladado a Niza, el poeta murió el 14 de octubre de 1536 de las heirdas sufridas en la cabeza. Los años napolitanos de Garcilaso vinieron a coincidir con la época áurea del petrarquismo bembiano, pero también con el culto de Sannazaro, cuyos Sonetos y Canciones vieron la luz póstumamente en 1533, y cuya recuperación de la bucólica había dado lugar a un nuevo género. Todos los escritos de Garcilaso se publicaron también póstumamente por iniciativa de Juan Boscán, como última parte del volumen de las Obras poéticas de aquel, fallecido poco antes de entregar el original al impresor. Llevó a efecto el proyecto la viuda de Boscán, y el volumen apareció en 1543 impreso en Barcelona por Carles Amorós, dividido en cuatro libros y llevando la siguiente advertencia: "en el quarto quería poner las obras de Garci Laso de la Vega por el amistad grande que entrambos mucho tiempo tuvieron y porque después de la muerte de Garci Laso le entregaron a él sus obras para que las dejase como debían estar". Ocho Coplas, cuarenta Sonetos (algunos de dudosa atribución), cinco Canciones, dos Elegías, una Epístola (dirigida a Boscán), tres Odas latinas, tres cartas (una de ellas publicada como prólogo a la traducción del "Cortesano") y el testamendo precozmente dictado en 1529 conforman el exiguo legado de este genial lírico prematuramente muerto. Sin embargo su poesía tuvo honores propios de un autor clásico ya en el siglo XVI, primero por obra de Francisco Sánchez de las Brozas, "El Brocense", catedrático en Salamanca, que publicó las "Obras de Garcilaso con enmiendas y anotaciones” (1574), luego gracias a Hernando de Herrera, que hizo lo mismo en 1580.

Autor

Sannazaro, Iacopo 1456 ca. - 1530

Variantes: Actius Syncerus

Imágenes

Portada
Portada
Retrato de Garcilaso
Retrato de Garcilaso

Bibliografía

Estudios sobre el traductor

  • Avila, Francisco J., El texto de Garcilaso: contexto literario, métrica y poética, Ann Arbor, Michigan, UMI Dissertation Services, 2001.
  • Keniston, Hayward, Garcilaso de la Vega: A Critical Study of His Life and Works, New York, Hispanic Society of America, 1922.
  • Rosso Gallo, María, La poesía de Garcilaso de la Vega: análisis filológico y texto crítico, Madrid, Real Academia Española, 1990.

Estudios sobre la traducción

  • Gargano, Antonio, “Da Sannazaro a Garcilaso: traduzione e transcodificazione (a proposito dell'Egloga II)”, en: Muñiz Muñiz, M. N. Con La Colab. De U. Bedogni E L. Calvo Valdivielso (eds.), La Traduzione della Letteratura Italiana in Spagna (1300-1939). Traduzione e tradizione del testo: dalla filologia all'informatica, Florencia, Franco Cesati Editore, 2007, págs. 347-360.
  • Muñiz Muñiz, María De Las Nieves, “Sannazaro nelle egloghe di Garcilaso. La trama delle fonti e la crisi della bucolica rinascimentale”, Strumenti critici, XXI Nuova serie, n. 2 (2006), págs. 171-190.

Textos

Original

Texto de Sannazaro

SANNAZARO, Arcadia, fragmento de la Prosa VIII

Era io adunque (benchè sia ancora e sarò mentre lo spirto regerà queste membra) insino da la mia fanciullezza acceso ardentissimamente de l'amor d'una che al mio giudicio con le sue bellezze non che l'altre pastorelle d'Arcadia, ma di gran lunga avanza le sante dee; la quale però che dai teneri anni a' servigi di Diana disposta, e io similmente nei boschi nato e nudrito era, volentieri con meco e io con lei per le selve inseme ne demesticammo, e, secondo che volsero gli dii, tanto ne trovammo nei costumi conformi, che uno amore e una tenerezza sí grande ne nacque fra noi che mai né l'uno né l'altro conosceva piacere né diletto se non tanto quando inseme eravamo. Noi parimente nei boschi, di opportuni istrumenti armati, a la dilettosa caccia andavamo; né mai da li cercati luoghi carichi di preda tornavamo che, prima quella tra noi divisa fusse, gli altari de la santa dea non avessemo con debiti onori visitati e accumulati di larghi doni, offerendogli ora la fiera testa del setoso cinghiale, e ora le arboree corna del vivace cervo sovra gli alti pini appiccandoli.
Ma come che di ogni caccia prendessemo sommamente piacere, quella che li semplici e innocenti ucelli oltra a tutte ne dilettava, però che con più sollacio e con assai meno fatica che nessuna de le altre si potea continuare. Noi alcuna volta in sul fare del giorno, quando, appena sparite le stelle, per lo vicino sole vedevamo lo oriente tra vermigli nuvoletti rosseggiare, n'andavamo in qualche valle lontana dal conversare de le genti, e quivi fra duo altissimi e dritti alberi tendevamo la ampia rete, la quale, sottilissima tanto che appena tra le frondi scernere si potea, "Aragne" per nome chiamavamo. E questa ben maestrevolmente, come si bisogna, ordinata, ne moveamo da le remote parti del bosco facendo con le mani rumori spaventevoli, e con bastoni e con pietre di passo in passo battendo le macchie, verso quella parte ove la rete stava, i tordi, le merule e gli altri ucelli sgridavamo. Li quali dinanzi a noi paurosi fuggendo, disavedutamente davano il petto ne li tesi inganni, e in quelli inviluppati, quasi in più sacculi diversamente pendevano. Ma al fine veggendo la preda essere bastevole, allentavano appoco appoco i capi de le maestre funi, quelli calando. Ove quali trovati piangere, quali semivivi giacere, in tanta copia ne abondavano che molte volte, fastiditi di ucciderli e non avendo luogo ove tanti ne porre, confusamente con le mal piegate reti ne li portavamo insino agli usati alberghi.
Altra fiata, quando nel fruttifero autunno le folte caterve di storni volando in drappello raccolte si mostrano a' riguardanti quasi una rotonda palla nell'aria, ne ingegnavamo di avere duo o tre di quelli (la qual cosa di leggiero si potea trovare), ai piedi dei quali un capo di spaghetto sottilissimo unto di indissolubile visco, legavamo, lungo tanto quanto ciascuno il suo potea portare; e quindi, come la volante schiera verso noi si approssimava, così li lasciavamo in loro libertà andare. Li quali subitamente a' compagni fuggendo e fra quelli, sì come è lor natura, mescolandosi, conveniva che a forza con lo inviscato canape una gran parte de la ristretta moltitudine ne tirassero seco. Per la qual cosa i miseri, sentendosi a basso tirare e ignorando la cagione che il volare le impediva, gridavano fortissimamente, empiendo l'aria di dolorose voci. E di passo in passo per le late campagne ne li vedeamo dinanzi ai piedi cadere, onde rara era quella volta che con li sacchi colmi di caccia non ne tornassero a le nostre case.
Ricordami avere ancora non poche volte riso de' casi de la male augurata cornice; e udite come. Ogni fiata che tra le mani, sì come spesso addiviene, alcuna di quelle ne capitava, noi subitamente n'andavamo in qualche aperta pianura, e quivi per le extreme punte de le ali la legavamo resupina in terra, né più né meno come se i corsi de le stelle avesse avuto a contemplare. La quale non prima si sentiva così legata, che con stridenti voci gridava e palpitava sì forte che tutte le convicine cornici faceva intorno a sé ragunare. De le quali alcuna, forse più de' mali de la compagna pietosa che de' suoi adveduta, si lasciava alle volte di botto in quella parte calare per agiutarla, e spesso per ben fare ricevea mal guiderdone. Con ciò sia cosa che se non sì tosto vi era giunta, che da quella che 'l soccorso aspettava, sì come da desiderosa di scampare, subito con li uncinute unghie abbracciata e ristretta non fusse; per maniera che forse volentieri avrebbe voluto, se possuto avesse, svilupparsi da' suoi artigli. Ma ciò era niente, però che quella la si stringeva e riteneva sì forte che non la lasciava punto da sé partire. Onde avresti in quel punto veduto nascere una nuova pugna: questa cercando di fuggire, quella di agiutarsi; l'una e l'altra, egualmente più de la propria che de la'ltrui salute sollicita, procacciarsi il suo scampo. Per la qual cosa noi, che in occolta parte dimoravamo, dopo lunga festa sovra di ciò presa vi andavamo a spicciarle e, racquetato alquanto il rumore, ne riponevamo a l'usato luogo, da capo attendendo che alcuna altra venisse con simile atto a raddoppiarne lo avuto piacere.
Or che vi dirò io de la cauta grue? Certo non gli valeva, tenendo in pugno la pietra, farsi le notturne excubie; però che dai nostri assalti non vivea ancora di mezzo giorno secura. E al bianco cigno che giovava abitare ne le umide acque per guardarsi dal foco, temendo del caso di Fetonte, se in mezzo di quelle non si potea egli da le nostre insidie guardare? E tu misera e cattivella perdice, a che schifavi gli alti tetti pensando al fiero advenimento de la antica caduta, se ne la piana terra, quando più secura stare ti credevi, ne li nostri lacciuli incappavi? Chi crederebbe possibile che la sagace oca, sollicita palesatrice de le notturne frode, non sapeva a se medesma le nostre insidie palesare? Similmente de' fagiani, de le turture, de le colombe, de le fluviali anitre, e degli altri ucelli vi dico: niuno ne fu mai di tanta astuzia da la natura dotato il quale, da' nostri ingegni guardandosi, si potesse lunga libertà promettere.
E acciò che io ogni particella non vada raccontando, dico adunque che venendo come udito avete di tempo in tempo più crescendo l'età, la lunga e continua usanza si converì in tanto e sì fiero amore che mai pace non sentiva se non quanto di costei pensava. E non avendo, sì come tu poco inanzi dicesti, ardire di discoprirmegli in cosa alcuna, era divenuto in vista tale che non che gli altri pastori ne parlavano, ma lei, che di ciò nulla sapendo di bon zelo affettuosissimamente mi amava, con dolore e pietà inextimabile ne stava maravigliata. E non una volta ma mille con istanzia grandissima pregandomi che 'l chiuso core gli palesasse e 'l nome di colei che di ciò mi era cagione gli facesse chiaro, io, che del non potermi scoprire intolerabile noia portava ne l'animo, quasi con le lacrime in sugli occhi gli rispondea a la mia lingua non essere licito di nominare colei cui io per mia celeste deità adorava, ma che dipinta la sua belissima e divina imagine, quando commodo stato mi fusse, gli avrei dimostrata
E avendola con cotali parole molti e molti giorni tenuta, advene una volta che dopo molto ucellare, essendo io e lei soletti e dagli altri pastori rimoti, in una valle ombrosa, tra il canto di forse cento varietà di belli ucelli, i quali di loro accenti facevano tutto quel luogo risonare, quelle medesme note le selve iterando che essi exprimevano, ne ponemmo ambiduo a sedere a la margine d'un fresco e limpissimo fonte che in quella sorgea. Il quale, né da ucello né da fiera turbato, sí bella la sua chiarezza nel selvatico luogo conservava che non altrimente che se di purissimo cristallo stato fusse, i secreti del translucido fondo manifestava. E dintorno a quello non si vedea di pastori né di capre pedata alcuna, perciò che armenti giamai non vi si soleano per riverenza de le ninfe accostare. Né vi era quel giorno ramo né fronda veruna caduta da' sovrastanti alberi, ma quietissimo senza mormorio o rivoluzione di bruttezza alcuna discorrendo per lo erboso paese, andava sì pianamente che appena avresti creduto che si movesse. Ove, poi che alquanto avemmo refrigerato il caldo, lei con novi preghi mi ricominciò da capo a stringere e scongiurare per lo amore che io gli portava che la promessa effigie gli mortrasse, aggiungendo a questo col testimonio degli dii mille giuramenti che mai ad alcuno, se non quanto a me piacesse, nol ridirebbe. A la quale io, da abondantissime lacrime sovragiunto, non già con la solita voce, ma tremante e sommessa, rispusi che ne la bella fontana la vedrebbe, semplicemente senza più avante pensare bassando gli occhi ne le quiete acque, vide se stessa in quella dipinta. Per la qual cosa, se io mal non mi ricordo, ella si smarrì subito, e scolorisse nel viso per maniera che quasi a cader tramortita fu vicina, e senza cosa alcuna dire o far, con turbato viso da me si partì.
Ora quale mi dovesse io in quel punto rimanere vedendomi da quella con ira e con cruccio lasciare, la quale poco avanti, blanda, amicissima e di mie piaghe pietosa, quasi per compassione piangere veduta avea, ciascuno, senza che io il raconti, sel può considerare. Io per me non so se morto in quel punto o vivo mi fusse, né chi a casa me ne portasse; ma tanto vi dico che quattro soli e altrettante lune il mio corpo né da cibo né da sonno fu riconfortato; e le mie vacche digiune non uscirono da la chiusa mandra, né gustarono mai sapore di erba né liquore di fiume alcuno; onde i miseri vitelli sugando le secche poppe de le affamate madri, e non trovandovi lo usato latte, dolorosi appo quelle riempivano le circostanti selve di lamentevoli muggiti. De la qual cosa io poco curandomi, gittato ne la piana terra ad altro non intendeva che a piangere, talché nessuno che veduto mi avesse nei tempi de la mia tranquillità, mi avrebbe per Carino riconosciuto. Venivano i bifolchi, venivano i pastori di pecore e di capre, inseme con li paesani de le vicine ville, creendo me essere uscito dal senno (come già era), e tutti con pietà grandissima dimandavano qual fusse la cagione del mio dolore. Ai quali io niuna risposta facea ma, al mio lacrimare intendendo, così con lamentosa voce dicea: "Voi, arcadi, cantarete nei vostri monti la mia morte; arcadi, soli di cantare experti, voi la mia morte nei vostri monti cantarete. Oh quanto allora le mie ossa quietamente riposeranno, se la vostra sampogna a coloro che dopo me nasceranno dirà gli amori e i casi miei!".
Finalmente a la quinta notte, desideroso oltra modo di morire, uscendo fuora dello sconsolato albergo non andai a la odiosa fontana, cagione infelicissima de' miei mali, ma errando per boschi senza sentiero e per monti asprissimi e ardui ove i piedi e la fortuna mi menavano, a gran fatica mi ricondussi in una ripa altissima pendente sovra il mare, onde i pescatori sogliono da lungi scoprire i notanti pesci. E quivi, prima che 'l sole uscisse, appiè d'una bella quercia ove altra volta mi ricordai essermi nel seno di lei riposato, mi pusi a sedere, né più né meno come se questa stata fusse medicina del mio furore; e dopo molto sospirare, a guisa che suole il candido cigno presago de la sua morte cantar gli exequiali versi, così dirottamente piangendo incominciai:
"O crudelissima fiera più che le truculente orse, più dura che le annose querce, e a' miei preghi più sorda che gli insani mormorii de l'infiato mare! Ecco che vinci già, ecco che io moio; contentati, che più non avrai di vedermi fastidio. Ma certo io spero che 'l tuo core, il quale la mia lieta fortuna non ha potuto movere, la misera il piegherà; e tardi divenuta pietosa, sarai constretta a forza di biasmare la tua durezza, desiderando, almeno morto, di veder colui a cui, vivo, non hai voluto di una sola parola piacere. Ohimè, e come può essere che 'l lungo amore, il quale un tempo son certo mi portasti, sia ora in tutto da te fuggito? Deh non ti tornano a mente i dolci giochi de la nostra puerizia, quando inseme andavamo per le selve cogliendo le rubiconde fragole, e dagli alti faggi le saporose ghiande, e le tenere castagne da le pungenti corze? Seiti dimenticata tu de' primi gigli e de le prime rose, le quali io sempre da le cercate campagne ti portava? Tal che appena le api aveano gustato ancora i fiori, quando tu per me andavi ornata di mille corone. Lasso, quante fiate allora mi giurasti per gli alti dii che, quando senza me dimoravi, i fiori non ti olivano e i fonti non ti rendevano il solito sapore! Ahi dolorosa la mia vita! E che parlo io? E chi mi ascolta, altro che la risonante Eco? La quale, credente a' miei mali sì come quella che altra volta provati gli ha, mi risponde pietosa, murmurando al suono degli accenti miei; ma non so pure ove nascosta si stia, che non viene ella ora ad accompagnarsi meco. O idii del cielo e de la terra, e qualunque altri avete cura de' miseri amanti, porgete, vi prego, pietose orecchie al mio lamentare, e le dolenti voci che la tormentata anima manda fuori, ascoltate. O naiadi, abitatrici de' correnti fiumi; o napee, graziosissima turba de' riposti luoghi e de' liquidi fonti: alzate alquanto le bionde teste da le chiare onde, e prendete le ultime strida anzi che io moia. E voi, o bellissime oreadi, le quali ignude solete per le alte ripe cacciando andare, lasciate ora il dominio degli alti monti e venite al misero; ché son certo vi porgerà pietà quello che alla mia cruda donna porge diletto. Uscite da' vostri alberi, o pietose amadriadi, sollicite conservatrici di quelli, e parate un poco mente al fiero supplicio che le mie mani testé mi apparecchiano. E voi, o driadi, formosissime donzelle de le alte selve, le quali non una volta ma mille hanno i nostri pastori a prima sera vedute in cerchio danzare all'ombra de le fredde noci, con li capelli biondissimi e lunghi pendenti dietro le bianche spalle: fate, vi prego (se non sete inseme con la mia poco stabile fortuna mutate), che la mia morte fra queste ombre non si taccia, ma sempre si extenda più di giorno in giorno ne li futuri secoli, acciò che quel tempo, il quale da la vita si manca, a la fama si supplisca. O lupi, o orsi, e qualunque animali per le orrende spelunche vi nascondete, rimanetevi; addio! Ecco che più non vedrete quel vostro bifolco, che per li monti e per li boschi solea cantare. Addio, rive; addio, piagge verdissime e fiumi! Vivete senza me lungo tempo; e mentre murmurando per le petrose valli correrete ne l'alto mare, abbiate sempre ne la memoria il vostro Carino. Il quale qui le sue vacche pasceva, il quale qui i suoi tori coronava, il quale qui con la sua sampogna gli armenti, mentre beveano, solea dilettare".
E queste parole dicendo, mi era alzato già per gittarmi da la alta ripa quando subitamente dal dextro lato mi vidi duo bianchi colombi venire, e con lieto volo appoggiarsi a la fronzuta quercia che di sovra mi stava, porgendosi in breve spazio con affettuosi mormorii mille basci dolcissimi. Dai quali io (sì come da porspero augurio) prendendo speranza di futuro bene, cominciai con più saldo consiglio a colpare me stesso del folle proponimento che seguire voluto avea, cioè di cacciare con cruda morte reparabile amore.

Comentarios

El texto de Sannazaro sigue la ed. de Francesco Erspamer (Milán, Mursia 1990, pp. 128-138)

Paratextos

Traducción de Garcilaso

GARCILASO DE LA VEGA: Egloga Segunda, vv. 161-680

Era io adunque (benchè sia ancora e sarò mentre lo spirto regerà queste membra) insino da la mia fanciullezza acceso ardentissimamente de l'amor d'una che al mio giudicio con le sue bellezze non che l'altre pastorelle d'Arcadia, ma di gran lunga avanza le sante dee; la quale però che dai teneri anni a' servigi di Diana disposta, e io similmente nei boschi nato e nudrito era, volentieri con meco e io con lei per le selve inseme ne demesticammo, e, secondo che volsero gli dii, tanto ne trovammo nei costumi conformi, che uno amore e una tenerezza sí grande ne nacque fra noi che mai né l'uno né l'altro conosceva piacere né diletto se non tanto quando inseme eravamo. Noi parimente nei boschi, di opportuni istrumenti armati, a la dilettosa caccia andavamo; né mai da li cercati luoghi carichi di preda tornavamo che, prima quella tra noi divisa fusse, gli altari de la santa dea non avessemo con debiti onori visitati e accumulati di larghi doni, offerendogli ora la fiera testa del setoso cinghiale, e ora le arboree corna del vivace cervo sovra gli alti pini appiccandoli.

Quise bien, y querré mientras rigere
aquestos miembros el espirtu mío,
aquélla por quien muero, si muriere.
En este amor no entré por desvarío,
ni lo traté como otros con engaños, 165
ni fue por elección de mi albedrío.
Desde mis tiernos y primeros años
a aquella parte m'enclinó mi estrella
y aquel fiero destino de mis daños.
Tú conociste bien una doncella 170
de mi sangre y agüelos decendida,
más que la misma hermosura bella;
en su verde niñez siendo ofrecida
por montes y por selvas a Dïana,
ejercitaba allí su edad florida. 175
Yo, que desde la noche a la mañana
y del un sol al otro sin cansarme
seguía la caza con estudio y gana,
por deudo y ejercicio a conformarme
vine con ella en tal domestiqueza, 180
que della un punto no sabia apartarme;
iba de un hora en otra la estrechez
haciéndose mayor, acompañada
de un amor sano y lleno de pureza.
¿Qué montaña dejó de ser pisada 185
de nuestros pies? ¿Qué bosque o selva umbrosa
no fue de nuestra caza fatigada?
Siempre con mano larga y abundosa,
con parte de la caza visitando
el sacro altar de nuestra santa diosa, 190
la colmilluda testa ora llevando
del puerco jabalí, cerdoso y fiero,
del peligro pasado razonando,
ora clavando del ciervo ligero
en algún sacro pino los ganchosos 195
cuernos, con puro corazón sincero,
tornábamos contentos y gozosos,
y al disponer de lo que nos quedaba,
jamás me acuerdo de quedar quejosos.

Ma come che di ogni caccia prendessemo sommamente piacere, quella che li semplici e innocenti ucelli oltra a tutte ne dilettava, però che con più sollacio e con assai meno fatica che nessuna de le altre si potea continuare. Noi alcuna volta in sul fare del giorno, quando, appena sparite le stelle, per lo vicino sole vedevamo lo oriente tra vermigli nuvoletti rosseggiare, n'andavamo in qualche valle lontana dal conversare de le genti, e quivi fra duo altissimi e dritti alberi tendevamo la ampia rete, la quale, sottilissima tanto che appena tra le frondi scernere si potea, "Aragne" per nome chiamavamo. E questa ben maestrevolmente, come si bisogna, ordinata, ne moveamo da le remote parti del bosco facendo con le mani rumori spaventevoli, e con bastoni e con pietre di passo in passo battendo le macchie, verso quella parte ove la rete stava, i tordi, le merule e gli altri ucelli sgridavamo. Li quali dinanzi a noi paurosi fuggendo, disavedutamente davano il petto ne li tesi inganni, e in quelli inviluppati, quasi in più sacculi diversamente pendevano. Ma al fine veggendo la preda essere bastevole, allentavano appoco appoco i capi de le maestre funi, quelli calando. Ove quali trovati piangere, quali semivivi giacere, in tanta copia ne abondavano che molte volte, fastiditi di ucciderli e non avendo luogo ove tanti ne porre, confusamente con le mal piegate reti ne li portavamo insino agli usati alberghi.

Cualquiera caza a entrambos agradaba, 200
pero la de las simples avecillas
menos trabajo y más placer nos daba.
En mostrando el aurora sus mejillas
de rosa y sus cabellos d'oro fino,
humedeciendo ya las florecillas, 205
nosotros, yendo fuera de camino,
buscábamos un valle, el más secreto
y de conversación menos vecino.
Aquí, con una red de muy perfecto
verde teñida, aquel valle atajábamos 210
muy sin rumor, con paso muy quieto;
de los árboles altos la colgábamos,
y habiéndonos un poco lejos ido,
hacia la red armada nos tornábamos,
y por lo más espeso y escondido, 215
los árboles y matas sacudiendo,
turbábamos el valle con ruïdo.
Zorzales, tordos, mirlas, que temiendo
(delante de nosotros espantados),
del peligro menor iban huyendo, 220
daban en el mayor, desatinados,
quedando en la sotil red engañosa
confusamente todos enredados,
Y entonces era vellos una cosa
estraña y agradable, dando gritos 225
y con voz lamentándose quejosa;
algunos dellos, que eran infinitos,
su libertad buscaban revolando;
otros estaban míseros y aflitos.
Al fin, las cuerdas de la red tirando, 230
llevábamosla juntos casi llena,
la caza a cuestas y la red cargando.

Altra fiata, quando nel fruttifero autunno le folte caterve di storni volando in drappello raccolte si mostrano a' riguardanti quasi una rotonda palla nell'aria, ne ingegnavamo di avere duo o tre di quelli (la qual cosa di leggiero si potea trovare), ai piedi dei quali un capo di spaghetto sottilissimo unto di indissolubile visco, legavamo, lungo tanto quanto ciascuno il suo potea portare; e quindi, come la volante schiera verso noi si approssimava, così li lasciavamo in loro libertà andare. Li quali subitamente a' compagni fuggendo e fra quelli, sì come è lor natura, mescolandosi, conveniva che a forza con lo inviscato canape una gran parte de la ristretta moltitudine ne tirassero seco. Per la qual cosa i miseri, sentendosi a basso tirare e ignorando la cagione che il volare le impediva, gridavano fortissimamente, empiendo l'aria di dolorose voci. E di passo in passo per le late campagne ne li vedeamo dinanzi ai piedi cadere, onde rara era quella volta che con li sacchi colmi di caccia non ne tornassero a le nostre case.

Cuando el húmido otoño ya refrena
del seco estío el gran calor ardiente
y va faltando sombra a Filomena, 235
con otra caza, desta diferente,
aunque también de vida ociosa y blanda,
pasábamos el tiempo alegremente.
Entonces siempre, como sabes, anda
d'estorninos volando a cada parte, 240
acá y allá, la espesa y negra banda;
y cierto aquesto es cosa de contarte,
como con los que andaban por el viento
usábamos también astucia y arte.
Uno vivo, primero, d'aquel cuento 245
tomábamos, y en esto sin fatiga
era cumplido luego nuestro intento;
al pie del cual un hilo untado en liga
atando, le soltábamos el punto
que via volar aquella banda amiga; 250
apenas era suelto cuando junto
estaba con los otros y mesclado,
secutando el efeto de su assunto:
a cuantos era el hilo enmarañado
por alas o por pies o por cabeza, 255
todos venian al suelo mal su grado.
Andaban forcejando una gran pieza,
a su pesar y a mucho placer nuestro:
que así d'un mal ajeno bien s'empieza.

Ricordami avere ancora non poche volte riso de' casi de la male augurata cornice; e udite come. Ogni fiata che tra le mani, sì come spesso addiviene, alcuna di quelle ne capitava, noi subitamente n'andavamo in qualche aperta pianura, e quivi per le extreme punte de le ali la legavamo resupina in terra, né più né meno come se i corsi de le stelle avesse avuto a contemplare. La quale non prima si sentiva così legata, che con stridenti voci gridava e palpitava sì forte che tutte le convicine cornici faceva intorno a sé ragunare. De le quali alcuna, forse più de' mali de la compagna pietosa che de' suoi adveduta, si lasciava alle volte di botto in quella parte calare per agiutarla, e spesso per ben fare ricevea mal guiderdone. Con ciò sia cosa che se non sì tosto vi era giunta, che da quella che 'l soccorso aspettava, sì come da desiderosa di scampare, subito con li uncinute unghie abbracciata e ristretta non fusse; per maniera che forse volentieri avrebbe voluto, se possuto avesse, svilupparsi da' suoi artigli. Ma ciò era niente, però che quella la si stringeva e riteneva sì forte che non la lasciava punto da sé partire. Onde avresti in quel punto veduto nascere una nuova pugna: questa cercando di fuggire, quella di agiutarsi; l'una e l'altra, egualmente più de la propria che de la'ltrui salute sollicita, procacciarsi il suo scampo. Per la qual cosa noi, che in occolta parte dimoravamo, dopo lunga festa sovra di ciò presa vi andavamo a spicciarle e, racquetato alquanto il rumore, ne riponevamo a l'usato luogo, da capo attendendo che alcuna altra venisse con simile atto a raddoppiarne lo avuto piacere.

Acuérdaseme agora que'l siniestro 260
canto de la corneja y el agüero
para escaparse no le fue maestro.
Cuando una dellas, como es muy ligero,
a nuestras manos viva nos venía,
era prisión de más d'un prisionero; 265
la cual a un llano grande yo traía
ado muchas cornejas andar juntas
(o por el suelo o por el aire), vía;
clavándola en la tierra por las puntas
estremas de las alas, sin rompellas, 270
seguiase lo que apenas tú barruntas.
Parecia que mirando las estrellas,
clavada boca arriba en aquel suelo,
estaba a contemplar el curso dellas;
d'allí nos alejábamos, y el cielo 275
rompia con gritos ella y convocaba
de las cornejas el supremo vuelo;
en un solo momento s'ajuntaba
una gran muchedumbre presurosa
a socorrer la que en el suelo estaba. 280
Cercábanla, y alguna, más piadosa
del mal ajeno de la compañera
que del suyo avisada y temerosa,
llegábase muy cerca, y la primera
que'sto hacia pagaba su inocencia 285
con prisión o con muerte lastimera:
con tal fuerza la presa, y tal violencia,
s'engarrafaba de la que venía,
que no se dispidiera sin licencia.
Ya puedes ver cuán gran placer sería 290
ver, d'una por soltarse y desasirse,
d'otra por socorrerse, la porfía;
al fin la fiera lucha a despartirse
venia por nuestra mano, y la cuitada
del bien hecho empezaba a arrepentirse. 295

Or che vi dirò io de la cauta grue? Certo non gli valeva, tenendo in pugno la pietra, farsi le notturne excubie; però che dai nostri assalti non vivea ancora di mezzo giorno secura. E al bianco cigno che giovava abitare ne le umide acque per guardarsi dal foco, temendo del caso di Fetonte, se in mezzo di quelle non si potea egli da le nostre insidie guardare? E tu misera e cattivella perdice, a che schifavi gli alti tetti pensando al fiero advenimento de la antica caduta, se ne la piana terra, quando più secura stare ti credevi, ne li nostri lacciuli incappavi? Chi crederebbe possibile che la sagace oca, sollicita palesatrice de le notturne frode, non sapeva a se medesma le nostre insidie palesare? Similmente de' fagiani, de le turture, de le colombe, de le fluviali anitre, e degli altri ucelli vi dico: niuno ne fu mai di tanta astuzia da la natura dotato il quale, da' nostri ingegni guardandosi, si potesse lunga libertà promettere.

¿Qué me dirás si con su mano alzada,
haciendo la noturna centinela,
la grulla de nosotros fue engañada?
No aprovecahaba al ánsar la cautela
ni ser siempre sagaz discubridora 300
de noturnos engaños con su vela,
ni al blanco cisne qu'en las aguas mora
por no morir como Faetón en fuego,
del cual el triste caso canta y llora;
y tú, perdiz cuitada, ¿piensas luego que en 305
huyendo del techo estás segura?
En el campo turbamos tu sosiego.
A ningún ave o animal natura
dotó de tanta astucia, que no fuese
vencido al fin de nuestra astucia pura. 310

E acciò che io ogni particella non vada raccontando, dico adunque che venendo come udito avete di tempo in tempo più crescendo l'età, la lunga e continua usanza si converì in tanto e sì fiero amore che mai pace non sentiva se non quanto di costei pensava. E non avendo, sì come tu poco inanzi dicesti, ardire di discoprirmegli in cosa alcuna, era divenuto in vista tale che non che gli altri pastori ne parlavano, ma lei, che di ciò nulla sapendo di bon zelo affettuosissimamente mi amava, con dolore e pietà inextimabile ne stava maravigliata. E non una volta ma mille con istanzia grandissima pregandomi che 'l chiuso core gli palesasse e 'l nome di colei che di ciò mi era cagione gli facesse chiaro, io, che del non potermi scoprire intolerabile noia portava ne l'animo, quasi con le lacrime in sugli occhi gli rispondea a la mia lingua non essere licito di nominare colei cui io per mia celeste deità adorava, ma che dipinta la sua belissima e divina imagine, quando commodo stato mi fusse, gli avrei dimostrata.

Si por menudo de contar t'hobiese
d'aquesta vida cada partecilla,
temo que antes del fin anocheciese.
Basta saber que aquesta tan sencilla
y tan pura amistad quiso mi hado 315
en diferente especie convertilla,
en un amor tan fuerte y tan sobrado
y en un desasosiego no creíble
tal, que no me conosco de trocado.
El placer de miralla con terrible 320
y fiero desear sentí mesclarse,
que siempre me llevaba a lo imposible;
la pena de su ausencia vi mudarse,
no en pena, no en congoja, en cruda muerte
y en un infierno el alma atormentarse. 325
A aqueste 'stado, en fin, mi dura suerte
me trujo poco a poco, y no pensara
que contra mí pudiera ser más fuerte,
si con mi grave daño no probara
que, en comparación desta, aquesta vida 330
cualquiera por descanso la juzgara.
Ser debe aquesta historia aborrecida
de tus orejas, ya que así atormenta
mi lengua y mi memoria entristecida:
decir ya más no es bien que se consienta. 335
Junto todo mi bien perdí en un hora,
y ésta es la suma, en fin, d'aquesta cuenta.

ALBANIO
Ora, Salicio, escucha lo que digo,
y vos, ¡oh ninfas deste bosque umbroso!,
adoquiera que estáis, estad conmigo.
Ya te conté el estado tan dichoso
ado me puso amor, si en él yo firme 420
pudiera sostenerme con reposo;
mas como de callar y d'encubrirme
d'aquélla por quien vivo m'encendía
llegué ya casi al punto de morirme,
mil veces ella preguntó qué había 425
y me rogó que el mal le descubriese,
que mi rostro y color le descubría;
mas no acabó con cuanto me dijese,
que de mí a su pregunta otra respuesta
que un sospiro con lágrimas hubiese. 430

E avendola con cotali parole molti e molti giorni tenuta, advene una volta che dopo molto ucellare, essendo io e lei soletti e dagli altri pastori rimoti, in una valle ombrosa, tra il canto di forse cento varietà di belli ucelli, i quali di loro accenti facevano tutto quel luogo risonare, quelle medesme note le selve iterando che essi exprimevano, ne ponemmo ambiduo a sedere a la margine d'un fresco e limpissimo fonte che in quella sorgea. Il quale, né da ucello né da fiera turbato, sí bella la sua chiarezza nel selvatico luogo conservava che non altrimente che se di purissimo cristallo stato fusse, i secreti del translucido fondo manifestava. E dintorno a quello non si vedea di pastori né di capre pedata alcuna, perciò che armenti giamai non vi si soleano per riverenza de le ninfe accostare. Né vi era quel giorno ramo né fronda veruna caduta da' sovrastanti alberi, ma quietissimo senza mormorio o rivoluzione di bruttezza alcuna discorrendo per lo erboso paese, andava sì pianamente che appena avresti creduto che si movesse. Ove, poi che alquanto avemmo refrigerato il caldo, lei con novi preghi mi ricominciò da capo a stringere e scongiurare per lo amore che io gli portava che la promessa effigie gli mortrasse, aggiungendo a questo col testimonio degli dii mille giuramenti che mai ad alcuno, se non quanto a me piacesse, nol ridirebbe. A la quale io, da abondantissime lacrime sovragiunto, non già con la solita voce, ma tremante e sommessa, rispusi che ne la bella fontana la vedrebbe, semplicemente senza più avante pensare bassando gli occhi ne le quiete acque, vide se stessa in quella dipinta. Per la qual cosa, se io mal non mi ricordo, ella si smarrì subito, e scolorisse nel viso per maniera che quasi a cader tramortita fu vicina, e senza cosa alcuna dire o far, con turbato viso da me si partì.

Aconteció que en un'ardiente siesta,
viniendo de la selva fatigados,
en el mejor lugar desta floresta,
que's éste donde 'stamos asentados,
a la sombra d'un árbol aflojamos 435
las cuerdas a los arcos trabajados.
En aquel prado allí nos reclinamos,
y, del Céfiro fresco recogiendo
el agradable espirtu, respiramos;
las flores, a los ojos ofreciendo 440
diversidad estraña de pintura,
diversamente así estaban oliendo;
y en medio aquesta fuente clara y pura,
que como de cristal resplandecía,
mostrando abiertamente su hondura, 445
el arena, que d'oro parecía,
de blancas pedrezuelas varïada,
por do manaba el agua, se bullía.
En derredor, ni sola una pisada
de fiera o de pastor o de ganado 450
a la sazón estaba señalada.
Después que con el agua resfrïado
hubimos el calor y juntamente
la sed de todo punto mitigado,
ella, que con cuidado diligente 455
a conocer mi mal tenia el intento
y a escodriñar el ánimo doliente,
con nuevo ruego y firme juramento
me conjuró y rogó que le contase
la causa de mi grave pensamiento, 460
y si era amor, que no me recelase
de hacelle mi caso manifesto
y demostralle aquella que yo amase;
que me juraba que también en esto
el verdadero amor que me tenía 465
con pura voluntad estaba presto.
Yo, que tanto callar ya no podía
y claro descubrir menos osara
lo que en el alma triste se sentía,
le dije que en aquella fuente clara 470
veria d'aquella que yo tanto amaba
abiertamente la hermosa cara.
Ella, que ver aquésta deseaba,
con menos diligencia discurriendo
d'aquélla con que'l paso apresuraba, 475
a la pura fontana fue corriendo,
y en viendo el agua, toda fue alterada,
en ella su figura sola viendo.
Y no de otra manera, arrebatada,
del agua rehuyó que si estuviera 480
de la rabiosa enfermedad tocada,
y sin mirarme, desdeñosa y fiera,
no sé qué entre dientes murmurando,
me dejó aquí, y aquí quiere que muera.

Ora quale mi dovesse io in quel punto rimanere vedendomi da quella con ira e con cruccio lasciare, la quale poco avanti, blanda, amicissima e di mie piaghe pietosa, quasi per compassione piangere veduta avea, ciascuno, senza che io il raconti, sel può considerare. Io per me non so se morto in quel punto o vivo mi fusse, né chi a casa me ne portasse; ma tanto vi dico che quattro soli e altrettante lune il mio corpo né da cibo né da sonno fu riconfortato; e le mie vacche digiune non uscirono da la chiusa mandra, né gustarono mai sapore di erba né liquore di fiume alcuno; onde i miseri vitelli sugando le secche poppe de le affamate madri, e non trovandovi lo usato latte, dolorosi appo quelle riempivano le circostanti selve di lamentevoli muggiti. De la qual cosa io poco curandomi, gittato ne la piana terra ad altro non intendeva che a piangere, talché nessuno che veduto mi avesse nei tempi de la mia tranquillità, mi avrebbe per Carino riconosciuto. Venivano i bifolchi, venivano i pastori di pecore e di capre, inseme con li paesani de le vicine ville, creendo me essere uscito dal senno (come già era), e tutti con pietà grandissima dimandavano qual fusse la cagione del mio dolore. Ai quali io niuna risposta facea ma, al mio lacrimare intendendo, così con lamentosa voce dicea: "Voi, arcadi, cantarete nei vostri monti la mia morte; arcadi, soli di cantare experti, voi la mia morte nei vostri monti cantarete. Oh quanto allora le mie ossa quietamente riposeranno, se la vostra sampogna a coloro che dopo me nasceranno dirà gli amori e i casi miei!".

Quedé yo triste y solo allí, culpando 485
mi temerario osar, mi desvarío,
la pérdida del bien considerando;
creció de tal manera el dolor mío
y de mi loco error el desconsuelo,
que hice de mis lágrimas un río. 490
Fijos los ojos en el alto cielo,
estuve boca arriba una gran pieza
tendido, sin mudarme en este suelo;
y como d'un dolor otro s'empieza,
el largo llanto, el desvanecimiento, 495
el vano imaginar de la cabeza,
de mi gran culpa aquel remordimiento,
verme del todo, al fin, sin esperanza,
me trastornaron casi el sentimiento.
Cómo deste lugar hice mudanza 500
no sé, ni quién d'aquí me condujiese
al triste albergue y a mi pobre estanza.
Sé que, tornando en mí, como estuviese
sin comer y dormir bien cuatro días,
y sin que el cuerpo de un lugar moviese; 505
las ya desmamparadas vacas mías
por otro tanto tiempo no gustaron
las verdes hierbas ni las aguas frías;
los pequeños hijuelos, que hallaron
las tetas secas ya de las hambrientas 510
madres, bramando al cielo se quejaron;
las selvas, a su voz también atentas,
bramando pareció que respondían,
condolidas del daño y descontentas.
Aquestas cosas nada me movían; 515
antes, con mi llorar, hacía espantados
todos cuantos a verme allí venían.
Vinieron los pastores de ganados,
vinieron de los sotos los vaqueros
para ser de mi mal de mí informados; 520
y todos con los gestos lastimeros
me preguntaban cuáles habian sido
los acidentes de mi mal primeros;
a los cuales, en tierra yo tendido,
ninguna otra respuesta dar sabía, 525
rompiendo con sollozos mi gemido,
sino de rato en rato les decía:
"Vosotros, los de Tajo, en su ribera
cantaréis la mi muerte cada día;
este descanso llevaré, aunque muera, 530
que cada día cantaréis mi muerte,
vosotros, los de Tajo, en su ribera".

Finalmente a la quinta notte, desideroso oltra modo di morire, uscendo fuora dello sconsolato albergo non andai a la odiosa fontana, cagione infelicissima de' miei mali, ma errando per boschi senza sentiero e per monti asprissimi e ardui ove i piedi e la fortuna mi menavano, a gran fatica mi ricondussi in una ripa altissima pendente sovra il mare, onde i pescatori sogliono da lungi scoprire i notanti pesci. E quivi, prima che 'l sole uscisse, appiè d'una bella quercia ove altra volta mi ricordai essermi nel seno di lei riposato, mi pusi a sedere, né più né meno come se questa stata fusse medicina del mio furore; e dopo molto sospirare, a guisa che suole il candido cigno presago de la sua morte cantar gli exequiali versi, così dirottamente piangendo incominciai:

La quinta noche, en fin, mi cruda suerte,
queriéndome llevar do se rompiese
aquesta tela de la vida fuerte, 535
hizo que de mi choza me saliese
por el silencio de la noche'scura
a buscar un lugar donde muriese;
y caminando por do mi ventura
y mis enfermos pies me condujeron, 540
llegué a un barranco de muy gran altura;
luego mis ojos le reconocieron,
que pende sobre'l agua, y su cimiento
las ondas poco a poco le comieron.
Al pie d'un olmo hice allí mi asiento, 545
y acuérdome que ya con ella estuve
pasando allí la siesta al fresco viento.
En aquesta memoria me detuve
como si aquésta fuera medecina
de mi furor y cuanto mal sostuve. 550
Denunciaba el aurora ya vecina
la venida del sol resplandeciente,
a quien la tierra, a quien la mar s'enclina.
Entonces, como cuando el cisne siente
el ansia postrimera que l'aqueja 555
y tienta el cuerpo mísero y doliente,
con triste y lamentable son se queja,
y se despide con funesto canto
del espirtu vital que dél s'aleja;
así, aquejado yo de dolor tanto, 560
que el alma abandonaba ya la humana
carne, solté la rienda al triste llanto:

"O crudelissima fiera più che le truculente orse, più dura che le annose querce, e a' miei preghi più sorda che gli insani mormorii de l'infiato mare! Ecco che vinci già, ecco che io moio; contentati, che più non avrai di vedermi fastidio. Ma certo io spero che 'l tuo core, il quale la mia lieta fortuna non ha potuto movere, la misera il piegherà; e tardi divenuta pietosa, sarai constretta a forza di biasmare la tua durezza, desiderando, almeno morto, di veder colui a cui, vivo, non hai voluto di una sola parola piacere. Ohimè, e come può essere che 'l lungo amore, il quale un tempo son certo mi portasti, sia ora in tutto da te fuggito? Deh non ti tornano a mente i dolci giochi de la nostra puerizia, quando inseme andavamo per le selve cogliendo le rubiconde fragole, e dagli alti faggi le saporose ghiande, e le tenere castagne da le pungenti corze? Seiti dimenticata tu de' primi gigli e de le prime rose, le quali io sempre da le cercate campagne ti portava? Tal che appena le api aveano gustato ancora i fiori, quando tu per me andavi ornata di mille corone. Lasso, quante fiate allora mi giurasti per gli alti dii che, quando senza me dimoravi, i fiori non ti olivano e i fonti non ti rendevano il solito sapore! Ahi dolorosa la mia vita! E che parlo io? E chi mi ascolta, altro che la risonante Eco? La quale, credente a' miei mali sì come quella che altra volta provati gli ha, mi risponde pietosa, murmurando al suono degli accenti miei; ma non so pure ove nascosta si stia, che non viene ella ora ad accompagnarsi meco. O idii del cielo e de la terra, e qualunque altri avete cura de' miseri amanti, porgete, vi prego, pietose orecchie al mio lamentare, e le dolenti voci che la tormentata anima manda fuori, ascoltate. O naiadi, abitatrici de' correnti fiumi; o napee, graziosissima turba de' riposti luoghi e de' liquidi fonti: alzate alquanto le bionde teste da le chiare onde, e prendete le ultime strida anzi che io moia. E voi, o bellissime oreadi, le quali ignude solete per le alte ripe cacciando andare, lasciate ora il dominio degli alti monti e venite al misero; ché son certo vi porgerà pietà quello che alla mia cruda donna porge diletto. Uscite da' vostri alberi, o pietose amadriadi, sollicite conservatrici di quelli, e parate un poco mente al fiero supplicio che le mie mani testé mi apparecchiano. E voi, o driadi, formosissime donzelle de le alte selve, le quali non una volta ma mille hanno i nostri pastori a prima sera vedute in cerchio danzare all'ombra de le fredde noci, con li capelli biondissimi e lunghi pendenti dietro le bianche spalle: fate, vi prego (se non sete inseme con la mia poco stabile fortuna mutate), che la mia morte fra queste ombre non si taccia, ma sempre si extenda più di giorno in giorno ne li futuri secoli, acciò che quel tempo, il quale da la vita si manca, a la fama si supplisca. O lupi, o orsi, e qualunque animali per le orrende spelunche vi nascondete, rimanetevi; addio! Ecco che più non vedrete quel vostro bifolco, che per li monti e per li boschi solea cantare. Addio, rive; addio, piagge verdissime e fiumi! Vivete senza me lungo tempo; e mentre murmurando per le petrose valli correrete ne l'alto mare, abbiate sempre ne la memoria il vostro Carino. Il quale qui le sue vacche pasceva, il quale qui i suoi tori coronava, il quale qui con la sua sampogna gli armenti, mentre beveano, solea dilettare".

"¡Oh fiera", dije, "más que tigre hircana
y más sorda a mis quejas que'l ruïdo
embravecido de la mar insana, 565
heme entregado, heme aquí rendido,
he aquí que vences; toma los despojos
de un cuerpo miserable y afligido!
Yo porné fin del todo a mis enojos;
ya no te ofenderá mi rostro triste, 570
mi temerosa voz y húmidos ojos;
quizá tú, que'n mi vida no moviste
el paso a consolarme en tal estado
ni tu dureza cruda enterneciste,
viendo mi cuerpo aquí desamparado, 575
vernás a arrepentirte y lastimarte,
mas tu socorro tarde habrá llegado.
¿Cómo pudiste tan presto olvidarte
d'aquel tan luengo amor, y de sus ciegos
ñudos en sola un hora desligarte? 580
¿No se te acuerda de los dulces juegos
ya de nuestra niñez, que fueron leña
destos dañosos y encendidos fuegos,
cuando la encina desta espesa breña
de sus bellotas dulces despojaba, 585
que íbamos a comer sobr'sta peña?
¿Quién las castañas tiernas derrocaba
del árbol, al subir dificultoso?
¿Quién en su limpia falda las llevaba?
¿Cuándo en valle florido, espeso, umbroso 590
metí jamás el pie que dél no fuese
cargado a ti de flores y oloroso?
Jurábasme, si ausente yo estuviese,
que ni el agua sabor, ni olor la rosa,
ni el prado hierba para ti tuviese. 595
¿A quién me quejo?, que no escucha cosa
de cuantas digo quien debria escucharme.
Eco sola me muestra ser piadosa;
respondiéndome, prueba conhortarme
como quien probó mal tan importuno, 600
mas no quiere mostrarse y consolarme.
¡Oh dioses, si allá juntos de consuno,
de los amantes el cuidado os toca;
o tú solo, si toca a solo uno!,
recebid las palabras que la boca 605
echa con la doliente ánima fuera,
antes qu'el cuerpo torne en tierra poca.
¡Oh náyades, d'aquesta mi ribera
corriente moradoras; o napeas,
guarda del verde bosque verdadera!, 610
alce una de vosotras, blancas deas,
del agua su cabeza rubia un poco;
así, ninfa, jamás en tal te veas.
Poderé decir que con mis quejas toco
las divinas orejas, no pudiendo 615
las humanas tocar, cuerdo ni loco.
¡Oh hermosas oreadas que, teniendo
el gobierno de selvas y montañas,
a caza andáis, por ellas discurriendo!,
dejad de perseguir las alimañas, 620
venid a ver un hombre perseguido,
a quien no valen fuerzas ya ni mañas.
¡Oh dríadas, d'amor hermoso nido,
dulces y graciosísimas doncellas
que a la tarde salís de lo ascondido, 625
con los cabellos rubios que las bellas
espaldas dejan d'oro cubijadas!,
parad mientes un rato a mis querellas;
y si con mi ventura conjuradas
no estáis, haced que sean las ocasiones 630
de mi muerte aquí siempre celebradas.
¡Oh lobos, oh osos, que por los rincones
destas fieras cavernas ascondidos
estáis oyendo agora mis razones!,
quedaos a Dios, que ya vuestros oídos 635
de mi zampoña fueron halagados
y alguna vez d'amor enternecidos.
Adiós, montañas; adiós, verdes prados;
adiós, corrientes ríos espumosos:
vevid sin mí con siglos prolongados, 640
y mientras en el curso presurosos
iréis al mar a dalle su tributo,
corriendo por los valles pedregosos,
haced que aquí se muestra triste luto
por quien, viviendo alegre, os alegraba 645
con agradable son y viso enjuto;
por quien, ramos de lauro entretejendo,
aquí sus fuertes toros coronaba".

E queste parole dicendo, mi era alzato già per gittarmi da la alta ripa quando subitamente dal dextro lato mi vidi duo bianchi colombi venire, e con lieto volo appoggiarsi a la fronzuta quercia che di sovra mi stava, porgendosi in breve spazio con affettuosi mormorii mille basci dolcissimi. Dai quali io (sì come da porspero augurio) prendendo speranza di futuro bene, cominciai con più saldo consiglio a colpare me stesso del folle proponimento che seguire voluto avea, cioè di cacciare con cruda morte reparabile amore.

Estas palabras tales en diciendo, 650
en pie m'alcé por dar ya fin al duro
dolor que en vida estaba padeciendo,0
y por el paso en que me ves te juro
que ya me iba a arrojar de do te cuento,
con paso largo y corazón seguro, 655
cuando una fuerza súbita de viento
vino con tal furor, que d'una sierra
pudiera remover el firme asiento.
De espaldas como atónito, en la tierra
desde a gran rato me hallé tendido, 660
que así se halla siempre aquel que yerra.
Con más sano discurso en mi sentido
comencé de culpar el presupuesto
y temerario error que había seguido
en querer dar, con triste muerte, al resto 665
d'aquesta breve vida fin amargo,
no siendo por los hados aún dispuesto.

Comentarios

El texto de Garcilaso sigue la ed. de Bienvenido Morros (G. de la V., Obra poética y Textos en prosa, Barcelona, Crítica 1995). Para facilitar el cotejo, original y traducción han sido alternados en la sección relativa a la Traducción.